Collage íntimo

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Trocitos...

miércoles, 14 de agosto de 2013

Ya ha ocurrido... ¡Una sala de cine vacía!

Ya ha ocurrido.
Sabía que tarde o temprano ocurriría, pero uno no acaba de hacerse a la idea por mucho que lo espere. Ayer, lamentablemente, vi una película en una sala de cine absolutamente vacía. Bueno, sin otros espectadores que nosotros, quiero decir. Ejem.
Durante los últimos años he visto películas en salas casi vacías, con apenas cinco o seis solitarias personas agrupadas en parejas o pequeños grupos. Cuando fuimos a ver "The artist" éramos cuatro; recuerdo que nos hicimos una foto con el móvil y todo. En "Midnight in Paris", quizá siete. En "Django desencadenado" recuerdo claramente que éramos seis personas, dos grupúsculos de tres amigotes. Y siempre pensaba, "cualquier día de estos veremos una peli en una sala vacía..." Y ya ha ocurrido.
Entiendo que ayer era 12 de agosto y la sesión fue a las cuatro y cuarto de la tarde. No obviaré estos aspectos. Comprendo que la película no es, precisamente, una película comercial al uso, como otras en cartelera como la nueva de Matt Damon o "Lobezno inmortal", las infantiles "Aviones", "Gru 2" o "Monstruos University". Se trataba de "Antes del anochecer", tercera película (y última) de una trilogía dirigida por Richard Linklater, iniciada en 1995 por "Antes del amanecer" y continuada en 2004 por "Antes del atardecer". Sin duda, de obligado visionado previo.
La trilogía desgrana la historia amorosa de Celine y Jesse desde su primer encuentro veinteañero en Viena (Antes del amanecer), pasando por su reencuentro en París una década después, barnizados por una joven madurez (Antes del atardecer) y, como no podía ser de otra manera, la evolución de su relación, su madurez y sus crisis en la embrutecedora y erosiva convivencia como padres de familia (Antes del anochecer).
 
Algunas críticas:
-"Uno de los grandes romances del cine de la era moderna alcanza su expresión más rica y completa en esta tercera entrega (...) Exquisita, melancólica, hilarante y catártica". Justin Chang: Variety.

-Desde la primera hasta la última escena, Hawke y Delpy sobresalen de manera brillante, vistiendo sus papeles como si fueran una segunda piel". Peter Travers: Rolling Stone.
-No es sólo más oscura que las dos películas anteriores. Es más grande, más profunda y penetrante". Owen Gleiberman: Entertainment weekly.

-"Encontrar el amor es fácil. mantenerse juntos es difícil. Hacer una película tan cálida, divertida y rigurosamente veraz sobre los que se aman y siguen tratando de ser compañeros es aún más difícil". New York Post.

-"Divertido y desgarrador estudio sobre las relaciones sentimentales. (...) Notable entrega de la serie (...) la audiencia que haya envejecido con Celine y Jesse apreciará este nuevo episodio. John DeFore: The Holliwood Reporter.
 
No quiero aburrir con más críticas. Tan sólo unas pinceladas para que conozcáis la valoración general de la crítica con respecto a esta obra.
Pero, independientemente de que me haya parecido genial tanto la película como la serie completa, no es la intención de esta entrada hablar tanto de ella como de esa sala vacía en la que disfruté tanto cogido suavemente de la mano de mi mujer.
Hace un par de días, mi viejo amigo y compañero José Luis Romo hacía un comentario en feisbu sobre su última experiencia cinematográfica. Había ido al cine por primera vez con sus dos hijos y a 7,20 euros la entrada, les había salido la broma (sin refrescos de cola aguados ni palomitas) por casi treinta euros. A nosotros nos pasó algo similar hace poco cuando fuimos a ver con los enanos "Monstruos University" (Recomendable 100%. Mucha risa. Animación genial.). Creo que en aquella sala estábamos unas 10-12 personas (tres familias, vamos).
Esto se une en mi mente a una triste noticia vista hace, quizá, un par de meses en la que se hacía una desconcertada crónica del cierre del último cine en una capital de provincia. Pontevedra, creo recordar. ¡La primera capital de provincia en la que ya no queda ninguna sala de cine abierta! Aquello me sobrecogió.
 
Como casi todos los graves problemas, éste es un problema complejo. El cine no es sólo una mera forma de entretenimiento. Detrás de las películas que disfrutamos o sufrimos en las vacías salas de cine se esconde toda una gran industria de la que dependen miles de empresas y puestos de trabajo directos o indirectos. Echar la culpa de ello a las descargas ilegales es, cuando menos, un análisis mediocre, simplista e incompleto. Pero claro, es más fácil echar la culpa a los demás que mirarse uno mismo con un sincero sentido crítico.
Que las descargas ilegales suponen una evidente vulneración de los derechos de autor y han hecho un significativo daño a la industria son hechos innegables. Que el nivel medio de las películas ha descendido a esa insípida franja entre la mediocridad y el aburrimiento, para mí, también. La industria quiere dinero y suele apostar sobre seguro. Grandes inversiones en superproducciones de acción, ciencia ficción, superhéroes y animación; gran despliegue en promoción y publicidad; y colapso en las carteleras con rápida recuperación de "la manteca" tanto en las salas de estreno como en "juguetes" y "merchandising". Las películas se mantienen en cartelera el tiempo que haga falta, mientras las pequeñas películas que llamaríamos "independientes", de esos directores menos conocidos o nada comerciales, con sus cuidados guiones, sus ajustados presupuestos y su mimada producción... ésas, apenas sobreviven un par de semanas en cartelera. Con frecuencia son clasificadas como geniales, incluso obras maestras, y, a su vez, etiquetadas como fracasos de taquilla.
 
Ayer pensaba yo... ¿cuántas personas más hubieran asistido a la proyección si la entrada costara, por ejemplo, tres euros? En esa sesión del 12 de agosto de 2013 a las 16:15h, hicieron una caja de 14,40 euros. A nada que hubieran asistido 8 personas (¡cuatro románticas parejas!), los ingresos hubieran ascendido a cerca de el doble. ¿Iría más gente al cine si costara 3 euros en lugar de 7,20? Yo estoy convencido de que sí. Independientemente de esta maldita crisis que nos come la vida, el cine es un producto caro. Con cocacolas aguadas y palomitas de tamaño mediano, mucho más.
 
La industria debe actualizarse, sí. Eso estamos hartos de escucharlo. Plataformas digitales de cine online, producciones para ver exclusivamente en internet, cine a la carta, cine gratis a cambio de publicidad... Muy bien, grandes ideas. Pero, ¿de verdad estamos abocados al fracaso y desaparición del cine en las salas comerciales tal y como lo hemos conocido toda la vida? A mí se me ocurre otra solución: actualizarse hacia atrás en lugar de hacia adelante. Volver a hacer películas buenas, de calidad, con más talento y menos inversión y, segundo, volver a plantear una política de precios razonable que atraiga al público a las salas de cine como en aquellos viejos tiempos en que costaba 250 pesetas y, si llegabas un poco justo a la sesión, te tocaba sentarte en esas primeras filas de butacas a los pies de la gran pantalla y llevarte el recuerdo de una buena peli, junto a una mijita de requemor en el cuello y en los ojos.
 
Como esta entrada va de cine, no puedo evitar alargarla un poco (me estaba quedando muy cortita...) con recomendaciones de las últimas pelis vistas este verano:
- Los miserables (Tom Hooper, 2012): En dos palabras, muy buena. Conmovedora obra cinematográfica en la que el hecho de ser un musical (extremo este que echaría para atrás a más de uno y de dos) no sólo no le resta lo más mínimo sino que la engrandece generosamente (para los amantes del género). Quizá supera la proporción razonable de lo cantado y lo hablado y se recrea en cerrados primeros planos.
- La cinta blanca (Michael Haneke, 2012): Haneke, con su demostrada pericia, y ayudado por una genial fotografía en blanco y negro, nos transporta a un pequeño pueblo del norte de Alemania a principio de siglo. Las férreas costumbres, la rigidez en la vivencia de la religión protestante y la sutil manifestación de la oscuridad que pueden albergar los seres humanos en su alma se entrecruzan tejiendo una angustiosa red que te deja sin respiración. La estampa social que dibuja con delicados trazos, nos muestra las incipientes raíces de un fascismo que años después arraigaría con trágica y demoledora fuerza.
- ¡Qué verde era mi valle! (John Ford, 1941): Esta joya del cine ganó los oscar (entre otros) a la mejor película, el mejor director, mejor actor secundario (Donald Crisp), fotografía, y dirección de actores... el año de Ciudadano Kane. Cuenta la vida de los Morgan, una familia en un pueblo minero de Gales, amantes de las tradiciones y respetuosos creyentes. La historia, contada desde los ojos de Huw, del menor de los hijos pone certeramente sobre el tapete los grandes conflictos universales: la familia, el respeto por las tradiciones, el amor platónico, la doble moral de las gentes, todo con el trasfondo de la injusticia social y laboral encarnada en los cuerpos cansados y cubiertos de carbón de los mineros. La bajada de salarios provoca la necesidad de unirse sindicalmente con la intención de ganar fuerza. Ello desencadenará el conflicto laboral en el pueblo y, en particular, dentro de la casa de los Morgan, causando el enfrentamiento de los hijos con el tierno patriarca... En resumen, una sobresaliente lección de cine, de la vida y de los sentimientos.
- Naúfrago en la luna (Castaway on the moon) (Lee Hae-Jun, 2009): pequeña y desconocida joya del pujante cine surcoreano. Narra
 la historia de un hombre, un joven ejecutivo que, fruto de una crisis existencial, se lanza desde un puente al río que pasa por su ciudad y acaba aislado como un naufrago en una pequeña isla fluvial desde la que se ve la ciudad aunque no es capaz de alcanzarla. Una joven que vive recluida voluntariamente en su habitación, aislada de todo el mundo, es la única en percatarse de su existencia e inician una peculiar relación por correspondencia. Una historia de fobias, miedos, soledad y anhelos. Una pequeña fábula sobre la sociedad moderna y las demoledoras consecuencias sobre las personas.
 
A ver si entre todos arreglamos un poco esto, hombre.
Sed felices y ved mucho cine. Se os quiere taco.