Collage íntimo

Collage íntimo
Trocitos...

sábado, 28 de enero de 2012

¿Y ahora quién nos quita este pesar?

Ya sabíamos que ocurriría, pero no por eso duele menos.
Sevilla se ha quedado sin voz y ha perdido a uno de sus hijos predilectos: sí, ese grande y moreno que regentaba una taberna en la plaza del Rialto y cantaba flamenco como si le tronara el alma. Ese del pecho ancho, los ojos rasgados y la guasa permanente. El trabajador incansable que exprimía 25 horas a cada día, que recibió la Medalla de Oro de la ciudad y la Saeta de Oro y, mientras te ponía la chacina en el papel encerado, te regalaba media saeta o una ocurrencia de las suyas...

Hemos perdido a Pepe Peregil.

Pepe nació en Manzanilla (Huelva) y vino a Sevilla en busca de trabajo y fortuna, y vaya si los encontró. Tras unos años, se había convertido en uno de los hombres más queridos en la ciudad y recibía el éxito con la naturalidad del que ha trabajado duro para conseguirlo. Su taberna, "Quitapesares" era ya un icono de la noche bohemia sevillana, frecuentada tanto por artistas y famosos (como atestiguan las innumerables fotos colgadas en sus paredes) como por parroquianos habituales de mirada adormecida. Su cante, desgarrado y personal, comenzaba a abrirse paso en el mercado discográfico y entre las bullas de Semana Santa para cantar saetas desde la calle Sol hasta la plaza del Museo. Saetas llenas de fuerza que enmudecían a la muchedumbre que callaba con un pellizco bajo el esternón y el vello completamente erizado. Pepe conquistó los balcones y el alma de la Sevilla cofrade. Luego llegaron más discos, sevillanas, la radio y la televisión... y los reconocimientos en forma de premios.
Pepe ha sido algo así como ese "self-made man", ese "hombre hecho a sí mismo" del que hablan los americanos, pero en su versión en andalú: una versión única sevillana, flamenca, cofrade, tabernaria y cachonda. Un hombre que, no teniendo nada, con su arte y su trabajo consiguió el más grande premio que se otorga en la vida: el Corazón de Oro, entregado por todos y cada uno de las personas que le conocieron, le admiraron y le quisieron en reconocimiento a la trayectoria de quien ha llevado por bandera la bondad, la sencillez, el trabajo, el amor, la naturalidad y el buen humor.

Hoy Sevilla y, probablemente Andalucía y España, lloran la muerte del cantaor, del artista. Los que nos sentimos más parte de la familia que de los admiradores o seguidores, lloramos al hombre que fue José María Pérez Blanco, al padre de familia, al amigo que parte para no volver. Mis oraciones serán hoy para él, para su hijo Pepe y para toda su familia, con la intención de que se sientan acompañados en su soledad y en su pena.

El cielo, a partir de hoy, será un lugar más divertido. Se dice que, desde ayer, San Pedro anda canturreando, con ese arte que tienen por Galilea: "Como me alegra, primito hermano, como me alegra, primito hermano, como me alegra... comé jamón serrano de pata negra".
Pero, a nosotos, ¿quién nos quita ahora este pesar?

Descansa en paz, querido Pepe Peregil.

viernes, 20 de enero de 2012

Los lamentos de los moribundos



Casualmente, he encontrado en el muro de un viejo amigo del colegio y la facultad (un abrazo, querido J. L.Romo) un artículo publicado en ABC (http://www.abc.es/20111214/medios-redes/abci-cosas-antes-morir-201112140931.html) en el que se resume un interesantísimo artículo escrito por Bonnie Ware, una mujer que durante muchos años ha trabajado en una unidad de cuidados paliativos, atendiendo a enfermos terminales. Su trabajo, titulado "Regrets of the dying", algo así como "Los lamentos de los moribundos", recoge los cinco motivos más comunes de arrepentimiento de aquellos que están a punto de morir y que se ha encontrado a lo largo de su vida:



1. "Desearía haber tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí": Se trata del lamento más habitual de todo, ya que al hacer balance de su vida muchas personas descubren que no han llegado a cumplir una mínima parte de sus sueños. En muchas ocasiones, esto se debe a que optaron por hacer lo que creían que debían hacer, en lugar de lo que realmente querían.







2. "Desearía no haber trabajado tan duro": Es el lamento más frecuente entre los pacientes de sexo masculino, que desearían haber pasado más tiempo junto a su familia viendo crecer a sus hijos, en lugar de en su puesto de trabajo.



3. "Desearía haber tenido el coraje para expresar mis sentimientos": Aquellos que reprimieron sus sentimientos para no enfrentarse a quienes los rodeaban se lamentan de haberse conformado con vivir una existencia mediocre y amargada, en la que no eran ellos mismos.



4. "Desearía haberme mantenido en contacto con mis amigos": Al igual que muchas personas se arrepienten de haber descuidado a sus familias, es muy frecuente lamentar no haber cuidado lo suficiente de aquellas amistades verdaderamente importantes. Lamentablemente, cuando se está muy cerca de la muerte es imposible recuperar el tiempo perdido.





5. "Desearía haberme permitido ser más feliz": Se trata de un reproche sorprendentemente común que se hacen aquellas personas que prefirieron engañarse a sí mismos y continuar con unas existencias en las que ya no eran felices, en lugar de enfrentarse a su miedo a cambiar de vida.




La vida y la muerte... Si esto no da qué pensar, no sé qué puede hacerlo.





Soy un confeso amante de los refranes y hay uno que dice que nadie escarmienta en cabeza ajena. Somos así de idiotas. Probablemente este texto nos conmoverá, nos gustará, incluso lo mandaremos a alguien (como yo estoy haciendo ahora). Habrá quien lo imprima y lo pegue en alguna pared de la casa o el trabajo...


Pero, ¿cuántos conseguiremos cambiar nustra forma de vivir, nuestra forma de hacer las cosas, de relacionarnos, de amar o de trabajar?



¿Cuántos cogeremos el teléfono para llamar a ese amigo del que hace tiempo que no sabemos nada?



¿Cuántos dejaremos de preocuparnos más de lo que piensen los demás que de lo que sinceramente deseamos?



¿Cuántos lograremos expresar nuestros sentimientos con acierto, sinceridad y asertividad?



¿Cuántos amaremos más y mejor a nuestros seres queridos?



Me gustaría pensar que muchos lo conseguirán o que, al menos, se lo propondrán y lo lograrán parcialmente.



Me gustaría pensar que yo mismo lo lograré y que cuando yazca moribundo en mi lecho de muerte, el doble de viejuno que ahora, si es que mi mente sigue lúcida y me acuerdo de quien soy, nada me perturbe en ese momento más que el dolor por dejar esta vida que a ratos me atormenta y a veces me sublima.



Hagamos las tareas ahora: Bastante tiene uno con morirse como para, encima, andar con remordimientos y deberes pendientes.






Ya que hoy estoy fácil con el copia-pega os pego, a modo de epílogo, un textito que divierte y a la vez nos descubre cosas.



Supongo que, como sabiamente me dijo mi amigo Agustín, "lo importante es que de todo se aprende algo". Ahí va...





Lecciones de la vida...
A los 5 años, aprendí que a los pececitos dorados no les gustaba la gelatina.
A los 9, aprendí que mi profesora solo me preguntaba cuando yo no sabía la respuesta.
A los 12, aprendí que, si tenia problemas en la escuela, los tenia mas grandes en casa.
A los 13, aprendí que, cuando mi cuarto quedaba del modo que yo quería, mi madre me mandaba a ordenarlo.
A los 15, aprendí que no debía descargar mis frustraciones en mi hermano, porque mi padre tenia frustraciones mayores… y la mano pesada.
A los 20, aprendí que los grandes problemas siempre empiezan pequeños.
A los 27, aprendí que el titulo obtenido no era la meta soñada.
A los 28, aprendí que se puede hacer en un instante, algo que te va a hacer doler la cabeza la vida entera.
A los 30, aprendí cuando mi mujer y yo teníamos una noche sin chicos, pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de ellos.
A los 34, aprendí que no se cometen muchos errores con la boca cerrada.
A los 36, aprendí que, siempre que estoy viajando, quisiera estar en casa; y siempre que estoy en casa me gustaría estar viajando.
A los 38, aprendí que podes saber que tu esposa te ama cuando quedan dos milanesas y elige la menor.
A los 40, aprendí que, si estas llevando una vida sin fracasos, no estas corriendo suficientes riesgos.



Os dejo, que tengo que hacer una llamada a un viejo amigo.

miércoles, 11 de enero de 2012

Dogville: si no la has visto, le debes algo a tu cerebro!

Hay películas y películas, eso ya se sabe.

Que sea un amante del buen cine no me convierte en un friki ni me incapacita para disfrutar de algún producto esencial y descaradamente comercial, de la misma manera que uno se deleita ante "Las meninas" de Velazquez, "La gioconda" de da Vinci o el "Guernica" de Picasso y, además, es capaz de disfrutar un rato de los dibujos a tiza que pinta en el suelo un artista callejero.

Recuerdo comedias como "Resacón en las vegas" y "Bienvenidos al norte"; románticas como "Algo para recordar" o "Notting Hill"; thrillers como "Más allá de la duda" o "Poder absoluto"; o de acción como cualquiera de "Arma letal" o "La jungla de cristal" que me han entretenido e incluso interesado. Y confieso que difícilmente podría resistir la tentación de volver a verlas si me las encuentro una noche zapeando por los variopintos canales de nuestra TDT.

Pero, para mí, una buena película debe tener algo más. Sin entrar en detalles técnicos de producción y montaje, etc., la concepción de la película ha de nacer en torno a la necesidad de transmitir algo; una idea, un conflicto, unos valores, una inquietud, un problema; una denuncia... Ese origen, unido a un buen guión, buenos actores y un buen director, han de dar, necesariamente, un buen producto.
Según mi experiencia, todas las buenas películas han provocado en mí dos efectos inequívocos. El primero es esa sensación de satisfacción, de plenitud, en el momento de terminar de ver la película. El segundo, es que se me quedan rondando por la cabeza y sus pensamientos durante varios días, haciéndome recordar escenas, personajes, sensaciones, frases o situaciones.

La última película que he visto me ha dejado ese "efecto secundario" que aún me dura. No puedo evitar recomendarla, aun a riesgo de que alguien me suelte a los perros...
Como ya sabéis por este blog, mi señora ya tolera con cierto gusto las películas "de chinos" que a veces le pongo; incluso, a veces, me dice: "pon una de las tuyas". Hace unos meses puse Dogville (Lars von Trier, 2003) y a los dos minutos estaba resoplando incómoda. Yo soy un hombre casado y sé cuál es mi sitio. Además soy un as pillando las indirectas; así que la tuve que quitar. Hace poco me acordé de ella y decidí verla, pues mi madre me la había recomendado en múltiples ocasiones con esa vehemencia habitual que adoro.
Entiendo que es una peli que necesita una oportunidad por parte del espectador. Tiene una estética absolutamente inusual (y pienso que sorprendentemente genial), casi sin decorados, simple y oscura, cercana a lo teatral, que choca y, por lo extraño, puede provocar cierto rechazo inicial.
Si uno consigue darle esa oportunidad y se deshace de los perniciosos prejuicios, inmediatamente comienza a meterse en la narración, en la historia, en sus personajes y acaba absolutamente dentro del pueblo de Dogville.
A lo largo de un prólogo y nueve capítulos, su director, el genial danés Lars von Trier, desgrana una historia y expone sus cartas sobre la mesa dispuesto a que juguemos una partida con la mente expuesta a golpes y el alma puesta al descubierto.
Copio y pego la sinopsis de la película según Filmaffinity, para que luego digan que no resumo:
"Grace llega a la remota localidad de Dogville huyendo de una banda de «gangsters». Persuadidos por las palabras de Tom, que se ha erigido en portavoz de la pequeña comunidad, sus integrantes se avienen a ocultarla. Grace, en justa correspondencia, acepta trabajar para ellos. Sin embargo, cuando Dogville sea sometido a una intensa vigilancia policial para dar con la fugitiva, sus habitantes exigirán un acuerdo más favorable, que les compense del peligro que corren al darle cobijo. Grace aprenderá, de un modo brutal, que en este lugar la bondad es algo muy relativo. Pero ella guarda un secreto que no quiere desvelar. (FILMAFFINITY)".
Me cortaría una mano antes de contar el final de una película. Bueno, no, pero no lo voy a hacer. Aun así, el final no es lo más importante; esta no es una película policiaca ni un thriller o una de misterio en que, a la postre, se desvela quién mató a novia del detective. Ésta es una película que desnuda y denuncia la condición humana. Nos muestra de lo que seríamos capaces llegado el momento o si las circunstancias así lo condicionan. Muestra cómo el ser humano, de forma individual o colectiva bajo el amparo de una sociedad, es capaz de lo peor, tanto por acción como por omisión y, al ser testigos desde el exterior, tomamos consciencia de que ningún amparo, ningún auspicio, ninguna excusa o justificación, legitiman ciertos comportamientos egoístas, violentos denigrantes y deshumanizantes como los que tienen lugar en Dogville.
La creación y construcción de los personajes me parece sublime. El ritmo narrativo que de desarrolla tiende a la perfección y me recordó al conocidísimo "Canon" de Pachelbel en el que van incorporándose instrumentos y se va acelerando el ritmo a medida que avanza la obra, de forma casi imperceptible. Los actores, a pesar de la teatral puesta en escena, resulta verosímiles en la pantalla, con especial mención para Nicole Kidman (Grace) que lleva con facilidad el durísimo peso de semejante papel protagonista. Me cuesta ver a otra actriz capaz de meterse con holgura en tan brutal papel.
El resto de actores, habitantes de Doville hacen unos notables papeles secundarios. Si se me permite la licencia, a Paul Bettany (Tom) entran ganas de darle dos buenas guantás, porque no se puede ser más tonto. Y los veteranos Lauren Bacall, Ben Gazzara y James Caan aportan con su sutil solvencia un estimable peso a la obra.
Que sí, que sí, que ya acabo.
Motivos para verla:
1-Te vapulea la mente y el alma. Te hace pensar y "sufrir".
2-La valentía del director.
3-La original puesta en escena.
4-Es diferente y conmovedora, pero de verdad, no como los telefilmes de después de comer.
5-Hay que ver el "Guernica" aunque sea un poco raro, en blanco y negro y no se entienda del todo bien.
Asumo que este tipo de películas no tiene porqué gustar a todo el mundo: la recomiendo porque a mí me ha gustado, porque creo que enriquece a quien la ve y porque me apetece, claro. Espero que la disfrutéis.
¡Qué grande es el cine!
Besos para todos.