Collage íntimo

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Trocitos...

martes, 27 de noviembre de 2012

El 40 cumpleaños de "Martha11"

Estos días, celebramos el 40 cumpleaños de una de las personas que más significan para mí: mi hermana Marta.
Si yo nací en octubre del 71, ella llegaba al mundo en noviembre del siguiente año cuando yo apenas había cumplido el año de vida. Por aquella época aún vivíamos en Zaragoza y, mientras mi padre, a sus 28 añitos, comenzaba a abrirse camino en el mundo laboral en aquella España predemocrática de la serie "Cuéntame", mi madre se batía el cobre fuera de su tierra, bregando con sus tres primeros hijos.
Se acercaba el frío invierno aragonés. Pilar tenía dos años y medio; yo uno y Marta acababa de nacer llenando el gélido piso de la calle Carmen con la luz de sus enormes ojos oscuros. Mi abuelo Fernando la llamaba "la Long Plays", pues decía que sus ojos eran como dos discos LP (de los grandes de vinilo, vamos, para que nos entendamos). Las cosas de mi abuelo...
No exagero cuando digo que he sentido (y siento) a mi hermana Marta como un verdadero trozo mío desprendido en otro cuerpo. Desde que tengo uso de razón, nuestro nivel de conexión, de amor, de comunicación, de comprensión y de cercanía ha sido superlativo. Insuperable, diría yo. Me sobra imaginación y no soy capaz de imaginar qué virtudes podrían adornar a una hermana que pudiera considerar mejor.
Y hoy, al celebrar su redondo cumpleaños, tan sólo quiero dar gracias a Dios por regalármela y por los 40 años que lleva enriqueciendo mi vida.
Aunque años más tarde llegó el pequeño Nachete, me crié técnicamente rodeado de niñas. Según cuentan las crónicas, durante aquellos primero años yo era un verdadero torbellino. Imagino que poseído por el dios maño de los desastres, andaba siempre liándola parda para deleite de mis hermanas y desesperación de mamá y papá. Martita era lo opuesto, la bondad hecha niña. Mientras yo lanzaba zapatos por el balcón o desatornillaba lámparas, ella se bebía los tres vasos de leche puestos en la mesa, para que no nos regañaran a ninguno. Pilar andaba un poco a su bola, con el carácter algo para adentro y encontrando "gilis" de colores (pseudoobjeto infantil invisible) por todas partes... Y, luego, el que se tragó las pastillas del abuelo fui yo...jaja
Total, que así fuimos creciendo. Ya en Sevilla, en el piso de "Las Dueñas" y convertidos en medio personitas, descubrimos la camaradería, el juego, la amistad, el compañerismo y la risa, fruto de la suerte de crecer en el seno de una familia rebosante de esa bendita normalidad, no tan acelerada, de aquellos años; finales de los setenta e inicio de los ochenta.
Creo que nos unieron dos cosas por encima de las demás: el juego y el humor. Recuerdo cientos de escenas jugando tanto dentro de la casa como fuera, en el patio. En casa, nos paseábamos con las mantas haciéndolas deslizar por el parquet, y fuera, al elástico. Nos turnábamos para jugar a juegos elegidos por ella o elegidos por mí. Recuerdo tu "nick" cuando jugábamos en el viejo Spectrum 128K: "MARTHA11", por aquellos once añitos como once soles... Mi sueño, acabar una vez una partida de La ruta del tesoro, nunca se hizo realidad; pero, ni falta que hacía. Siempre me meto con ella por eso, pero ahora sé que aquello no era importante, como no es importante conocer cuántas manzanas le quedan a Pedro (que tenía ocho) si le da tres a Miguel. Lo importante es aprender a restar. Entonces, lo importante era aprender a vivir. Estar juntos, pasarlo bien. Querer estar más tiempo juntos. Crecer.
Yo era un poco pesado (como ahora, pero menos) e insistía, en parte porque cuando uno empieza un juego, es para terminarlo... ejem, y en parte porque disfruto muchísimo estando con ella.
Y, así seguimos creciendo, compartiéndolo todo: hicimos la primera comunión juntos, fuimos al campamento juntos, luego los años del bachillerato juntos, estudiábamos juntos en la cocina, salíamos con los mismos amigos y nos fuimos convirtiendo en los padres puretas que ahora somos juntos. Siempre juntos, siempre unidos, siempre conectados y queriéndonos.
Hacíamos juntos la maleta para el campamento y yo me reía de su capacidad de resumir al elaborar la lista, como aquella célebre línea que decía: "cinturón dibujitos" que tanta risa nos daba. Los primeros amores, correspondidos o no; los primeros novietes, las primeras inquietudes de índole sexual... (uysh, se me ha escapao). La risa estaba presente siempre, ora en forma de amor por lo escatológico (¡Por Dios bendito!, ¿quién tiene como color favorito el marrón? jajaja), ora en forma de sonidos guturales, de emisión de derivados lácteos chocolateados por las mismas narices, ora por mis innovadoras recomendaciones para combatir el acné juvenil, ora por nuestras grabaciones de divertidos vídeos domésticos, ora por las imitaciones de Martes y Trece o Azúcar Moreno o lo que se terciara con el fin de echar un buen rato.
Aunque no todo fueron risas, también lloramos juntos cuando nos arrancaban de nuestro Maranchón natal de madrugada, sin tiempo para despedirnos de los amigos y amores del verano... ¡Dioss, qué adolescencia más malaaaaa!
Ni que decir tiene, que, aparte de adorarla con pasión, es una mujer a la que admiro brutalmente, pues es de esas desengañadas madres de la irrupción de la liberación de la mujer. Absorbida por el trabajo que desarrolla profesionalmente y por las interminables horas de ingrato trabajo doméstico en el cuidado de su casa y de sus hijos, sale a flote siempre con una sonrisa y con la cara bien alta que deben llevar las personas que saben que han cumplido. No hay día que no pueda acostarse sin pensar "hoy he vuelto a dar el 120%" porque siempre da más. Sus hijos son tres verdaderos soles, rebosantes de inteligencia, simpatía y bondad, y siempre me ha llenado de orgullo ver cómo los ha sacado para adelante junto a su carrera profesional. Su casa rebosa calor y siempre está abierta para la familia y los amigos, sin importarle el trabajo que le depare antes o después. Sus puertas se abren una y otra vez, para que no falte dónde echar un rato a gusto, sin apreturas. Igual te prepara un arroz negro en dos minutos que unas fajitas de pollo o una tarta de esas de tres quesos de la thermomix. Si te despistas un segundo, ha hecho un brownie y una ensalada gigante o unos bocatas de salchichón...
¡"Martha11" ha cumplido cuarenta años! Fiuuuu... se dice pronto. Cuarenta años de cariño, de bondad y de risas juntos. Cuarenta años de felicidad y de orgullo. Cuarenta años de sentirte cerca y de querer acabar todas las partidas que juguemos, de quererte con toda mi alma y de sentirme el hermano más afortunado sobre la faz de la tierra; por tenerte y por lo que me llega de ti.
Te quiero, hermana. Adoro esos ojos oscuros y todo el universo que guardan detrás.
Un día de estos vamos a tener que bebernos otra botella de limoncello a medias... ¡que son dos días!

martes, 20 de noviembre de 2012

Así va la vida

Hace unos días fui al hospital materno-infantil de Virgen del Rocío. Mis amigos Andrés y Noelia, tras un interminable y agotador proceso, por fin han tenido a sus pequeños. Andrés nació hecho un toro, evitando la unidad de prematuros y ya está en casa con sus papis. Julia nació con algo menos de peso pero guapísima, hecha una bicheja revoltosa y sin problemas, aparte de que precisó un par de semanas de engorde y maduración al calorcito de la incubadora. La pequeñita Ángela, de forma precoz hace ya algunas semanas, nos robó para siempre ese trocito de corazón. Tras darnos toda una lección de fuerza y supervivencia, tomó un atajillo antes de tiempo hacia el cielo, desde donde seguirá cuidando de sus dos hermanos.
Andrés, Noelia, Andrés y Julia, tras meses de enorme desgaste y sufrimiento, ya son una gran familia. Un poco atípica, pues andan ahora aún desbordados por los agobios y trastornos comunes a todos los padres primerizos. No obstante, con tanto amor, tantas ganas y deseos de hacerlo bien, sólo es cuestión de tiempo que las aguas vuelvan a su cauce y vivan con la normalidad de cualquier otra familia, sólo pendientes de catarros, gormitis y facturas...
A todo esto, mi amigo Andrés andaba detrás mía para que fuera un día con él a la visita de las 19:15h a la unidad de prematuros a conocer a la pequeña Julia. Salvando los habituales escollos por compromisos laborales y familiares, un día por fin, conseguimos coincidir y quedamos allí. Cuando llegamos a la unidad estaba allí Noelia, cosa que, aparte de alegrarme sobremanera, me resultó inesperada. ¿Estás preparado para entrar? ¿Para entrar a ver a tu futura ahijada?, (o algo así) me dijo Andrés, mirándome a los ojos con esa intensidad tan suya. ¿Có... cómo? Yo me sentí anonadado, superado, emocionado, halagado... infinitamente honrado. Mil cosas más. Nos abrazamos los tres con fuerza, besándonos y con esos nuditos invisibles en las gargantas. El resto puede ser bastante obvio... así que os lo ahorro.
La alegría ha sido indescriptible. ¡Claro que estoy preparado! Sólo deseo estar a la altura y corresponder a la confianza y el cariño con los que he sido obsequiado. Millones de gracias.
En fin, así va la vida.
Durante estas últimas semanas me he leído un librito que me ha llegado brutalmente al corazón y que, no me cabe la menor duda, me hará ser mejor persona para ejercer esta nueva responsabilidad de la que he hablado antes. El libro me lo prestaron y recomendaron mis queridos Armando y Yoyo y ha superado las expectativas con creces. Se llama "Martes con mi viejo profesor", del periodista y escritor Mitch Albom. Narrado en primera persona y reflejando hechos y experiencias reales vividos por el mismo Mitch Albom y su profesor de la universidad Morrie Schwartz. Tras entablar una hermosa relación durante los años de universidad, alumno y profesor se separan y Mitch desarrolla una exitosa carrera en el mundo del periodismo deportivo, lo cual le aboca a llevar una vertiginosa y superficial vida, olvidándose de todo lo aprendido durante los años de universidad. Quince años después, Mitch conoce por casualidad la noticia de que su viejo profesor sufre una enfermedad degenerativa que lo abocará sin remedio a la muerte en cuestión de meses. Entonces, Mitch decide tomar un avión y acercarse a ver a su viejo profesor. Ese será el primero de una serie de encuentros semanales (cada martes) durante los cuales desarrollaran una tesis sobre la vida y sus principales temas y pilares. Mientras Mitch toma notas y realiza grabaciones con la intención de hacer llegar los pensamientos de Morrie a todo el mundo, se impregna y deja renacer en él los profundos valores que permanecían sepultados. La muerte, el matrimonio, el miedo a la vejez, la amistad, nuestra cultura, cómo perdura el amor, el perdón, el mundo, el dinero, la familia, las emociones, el arrepentimiento, el sentimiento de lástima por uno mismo... todo lo que para mí, constituye lo verdaderamente importante en la vida.
Me ha emocionado hasta la lágrima y me ha empujado a tomar notas mientras leía y a desear aprender más sobre los demás y sobre mí mismo. Por eso hoy os lo recomiendo.
Por ahí en medio, durante este largo periodo de ausencia, fuimos al cine a ver "Lo imposible" de Juan Antonio Bayona (segunda película tras "El orfanato", que no he visto aún). Por decirlo de forma resumida, hacía tiempo que no lloraba tanto viendo una película. Sinceramente, soy un poco nenaza para estas cosas y suelo emocionarme bastante hasta el extremo de sorber mocos con brutal intensidad, si se presenta la ocasión. La película, en mi opinión, entre otras muchas tiene dos importantes virtudes que consiguen mover tales sentimientos. La primera, que está basada en hechos reales. Todo lo que transcurre durante los 107 minutos de cinta, ocurrió de verdad, a personas reales, españolas.Lo trágicos hechos que vivieron María Belón, su marido Enrique y sus hijos Lucas, Tomás y Simón durante el tsunami que asoló la costa de Tailandia durante la Navidad del año 2004. Con espléndidas interpretaciones, Naomi Watts y Ewan McGregor dan vida al matrimonio, genialmente acompañados por los tres niños, entre los que destaca el que da vida al hijo mayor, un revelador Tom Holland.
La segunda virtud estriba en la vocación de conmover con sobriedad, sin caer en lo melodramático. Conmueve salvajemente todo el daño físico sufrido por los protagonistas, con especial mención para una sublime Naomi Watts a quien acompañamos en su periplo llenos de agitación y desasosiego. Y conmueve hasta lo más profundo del alma la emotividad que rezuma cada fotograma, la capacidad para mostrar y desgranar los sentimientos de pérdida, de miedo, de dolor, de incertidumbre... si se me permite la licencia, con más intensidad en las relaciones paternofiliales que en las de la pareja.
Los aspectos técnicos relacionados con la recreación del desastre, pese a ser magistrales, quedan en un segundo plano. Quizá, como debe ser para que la película sea considerada una muy buena película de forma global y no una de esas películas de desastres y efectos especiales estúpidamente superficiales.
No me atrevería a decir que se trata de una obra maestra, pero sí una muy buena película, de brillante realización y capaz de emocionar con sus interpretaciones y dejarte el corazón tocado por unos días. Ni que decir tiene que merece la pena verla, por supuesto, en pantalla grande.
En fin, así va la vida.
Prometo no tardar tanto la próxima vez...

viernes, 5 de octubre de 2012

Genial concierto de Jorge Drexler en Sevilla

Anoche, mi señora y yo tuvimos la suerte de asistir a un fabuloso concierto en el Auditorio Rocío Jurado de la Cartuja, donde, "como una ola", el cantautor aficionado a la electrónica Jorge Drexler, volvió a asombrar y emocionar a sus incondicionales. La gran ovación final con las sempiternas palmas por sevillanas así lo corroboró. Y el hecho de que se viera obligado a salir en un par de ocasiones a hacer buen puñado de generosos bises...
Nosotros lo seguimos hace años, sobre todo sus últimos tres trabajos de estudio (Eco, 21 segundos de oscuridad y Amar la trama), pero hasta ahora no habíamos podido asistir a uno de sus conciertos.
Este Jorge Drexler es un tipo peculiar. Uruguayo de nacimiento y, hace tiempo afincado en España (pareja de la actriz y cantante Leonor Watling), estudió medicina pero su alma de músico-poeta no le deja separarse de la guitarra y así es imposible andar por los pasillos de un hospital. Tras varios CDs y años de giras y conciertos su trayectoria habla por él y reclama a gritos para sí un lugar en el podio de los cantautores (al menos, en lengua castellana). Su manejo de la guitarra española es espectacular y la eléctrica le acompaña con sutileza. Su música, con frecuencia, se acompaña de apoyos electrónicos, instrumentos insólitos (como un Theremin o una cajita de música) o desaparece en la desnuda vaentía de la voz a capella.
Pero, como buen cantautor, su verdadera arma son sus letras. La forma magistral en que sabe vaciar su alma, como quien vacía un bolso sobre una mesa, desgranando sentimientos, asociando la ternura, el amor, el dolor y la vida en inolvidables versos que se te aferran a la mente como esos malditos virus al disco duro.
Por lo demás, el concierto, pues matizado por esos golpes y caricias que te da la vida cuando menos te lo esperas: durante el concierto wasaps y llamadas porque tenía que ingresar en Virgen del Rocío una amiga a la que adoramos y que está muy malita (toda nuestra fuerza y cariño desde aquí para ella), nos encontramos a César, un viejo y querido amigo, cardiólogo y cantautor (cosa que se me antoja, a veces, lo mismo), sufrimos estética y físicamente las sillas de plástico blanco y los vasos echados de cocacolas de dos litros que la organización tuvo a bien poner a nuestra disposición, engullimos con fruición sendos bocadillos de mortadela, sufrimos a mi vecino de silla y a su ausencia de oído musical, y de nuevo sentimos la vida y la muerte cogidos de las manos mientras disfrutábamos de la música, la voz, la labia y el humor de este genio tangible.
Para quien aún no lo conozca:
No puedo resistirme a poner aquí estrofas de algunos temas que me parecen geniales:
Se aprende en la cuna,
se aprende en la cama,
se aprende en la puerta de un hospital.
Se aprende de golpe,
se aprende de a poco y a veces se aprende recién al final
Toda la gloria es nada
Toda vida es sagrada
Una estrellita de nada
en la periferia
de una galaxia menor.
Una, entre tantos millones
y un grano de polvo girando a su alrededor
No dejaremos huella,
sólo polvo de estrellas.

(Polvo de estrellas)
Soledad,
aqui estan mis credenciales,
vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo,
creo que pasaremos juntos temporales,
propongo que tu y yo nos vayamos conociendo.

Aquí estoy,
te traigo mis cicatrices,
palabras sobre papel pentagramado,
no te fijes mucho en lo que dicen,
me encontrarás
en cada cosa que he callado.

Ya pasó
ya he dejado que se empañe
la ilusión de que vivir es indoloro.
Que raro que seas tú
quien me acompañe, soledad,
a mi, que nunca supe bien
cómo estar
solo
(Soledad)
Esto que estás oyendo
ya no soy yo,
es el eco, del eco, del eco
de un sentimiento;
su luz fugaz
alumbrando desde otro tiempo,
una hoja lejana que lleva y que trae el viento.
 
(Eco)
Yo soy un moro judío
que vive con los cristianos,
no sé que Dios es el mío
ni cuales son mis hermanos.

No hay muerto que no me duela,
no hay un bando ganador,
no hay nada más que dolor
y otra vida que se vuela.
La guerra es muy mala escuela
no importa el disfraz que viste,
perdonen que no me aliste
bajo ninguna bandera,
vale más cualquier quimera
que un trozo de tela triste.

(Milonga del moro judío)
El deseo sigue un curso paralelo,
y la historia es una red y no una vía,
días y noches de amor y de celos,
una cama se llena y otra se vacía.
(El otro engranaje)
¿Dónde termina tu cuerpo y empieza el mío?
A veces me cuesta decir.
Siento tu calor, siento tu frío,
me siento vacío si no estoy dentro de tí
...
Donde termina tu cuerpo y empieza el cielo
no cabe ni un rayo de luz.
¿Que fue que nos unió en un mismo vuelo?
¿Los mismos anhelos?
¿Tal vez la misma cruz?

(Fusión)
La tierra parece estar quieta
Y el sol parece girar,
Y aunque parezca mentira
Tu corazón va a sanar
Va a sanar
Va a sanar
Y va a volver a quebrarse
Mientras le toque pulsar

Y nadie sabe por qué un día el amor nace
Ni sabe nadie por qué muere el amor un día
Es que nadie nace sabiendo, nace sabiendo
Que morir, también es ley de vida.

Así como cuando enfríe
Van a volver a pasar
Los pájaros, en bandadas,
Tu corazón va a sanar
Va a sanar
Va a sanar

Y volverás a esperanzarte
Y luego a desesperar
Y cuando menos lo esperes
Tu corazón va a sanar
Va a sanar
Va a sanar
Y va a volver a quebrarse
Mientras le toque pulsar
(Sanar)
Estás conmigo,
Estamos cantando a la sombra de nuestra parra.
Una canción que dice que uno sólo conserva lo que no amarra.
Y sin tenerte, te tengo a vos y tengo a mi guitarra.

...
Hay manos capaces de fabricar herramientas
Con las que se hacen máquinas para hacer ordenadores
Que a su vez diseñan máquinas que hacen herramientas
Para que las use la mano.

Hay escritas infinitas palabras:
Zen, gol, bang, rap, Dios, fin...
(Guitarra y vos)
Quien no lo sepa ya
lo aprenderá de prisa:
la vida no para,
no espera, no avisa.
Tantos planes, tantos planes
vueltos espuma
tu, por ejemplo,
tan a tiempo
y tan
inoportuna...inoportuna 

...
¿Quien sabe cuándo,
cuándo es el momento de decir: ahora?
Si todo alrededor te está gritando:
¡Sin demora, sin demora!
(Inoportuna)
Dos paseantes distraídos
han conseguido que el reloj de arena
de la pena pare, que se despedace
y así seguir el rumbo que el viento trace.
(La trama y el desenlace) 
El velo semitransparente
del desasosiego
un día se vino a instalar
entre el mundo y mis ojos.
Yo estaba empeñado en no ver
lo que vi, pero a veces
la vida es más compleja
de lo que parece.

(La vida es más compleja de lo que parece)
Algunas veces, mejor no preguntar,
por una vez que algo sale bien,
si todo empieza y todo tiene un final,
hay que pensar que la tristeza también
se va,
se va,
se fue…
(Se va, se va, se fue)
Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.
(Todo se transforma)
Desde ahora mismo y aquí
hacia donde quiera que estés,
parte de mi alma
parte a tu encuentro.
Sabes que te llevo dentro mío
igual que yo sé que tu me llevas dentro.

Se trata de un leve pulsar
que se abre camino hacia tí
cruzando las estaciones, constelaciones,
los momentos.
Digo que esta vida es llevadera
sólo porque sientes tú
lo que yo siento.
(Transporte)
Estoy aquí de paso, yo soy un pasajero.
No quiero llevarme nada,
ni usar el mundo de cenicero.

Estoy aqui sin nombre
y sin saber mi paradero,
me han dado alojamiento
el mas antiguo de los viveros. 

Hay gente que es de un lugar,
no es mi caso yo estoy aquí de paso
(Tres mil millones de latidos)


--
Salvador Terceño Raposo

viernes, 7 de septiembre de 2012

Intocable: una película inolvidable (o el humor como terapia)

Ea, pues ya pasó el verano. Bueno, si queremos ser cronológicamente rigurosos, hemos de reconocer que aún le restan un par de semanillas que son una mera transición hacia el otoño. Lo que pasa es que a mí, ayer, ya me dieron fuerte y flojo en mi segunda guardia desde la vuelta, tenemos los bolsillos "pelaos" de pagar uniformes, libros y material escolar con el 21% de IVA y el cuerpo medio se me está haciendo. Vamos, que se me está antojando comerme un polvorón y tocar la pandereta...
Pero, ¡qué diablos!, no estoy aquí para hablar del verano, las vacaciones y nuestro veraneo en particular que, por otra parte, ha sido estupendo, recorriendo varias playas de la costa gaditana y dándolo todo en mi Maranchón natal, disfrutando de la hospitalidad de Yoyo y Armando, de Juancar y Mª José, de Isabelo y Loli, de Merce y Alfonso, de mi hermana Marta y mi cuñado Lolo... ¡Rediós! Hemos estado de gorra medio verano... debe ser la crisis y la prima de riesgo. En fin, que millones de gracias a todos los que nos habéis acogido y hecho disfrutar. Os queremos a tope.
Pero, bueno, había dicho que no hablaría del veraneo y ya la estoy liando parda. Hoy quería volver a hablar de una película: evidentemente, la del título del post.
"INTOCABLE" (Francia, 2011), dirigida por Olivier Nakache y Eric Toledano (http://www.filmaffinity.com/es/film217719.html) y que espero que ya muchos hayáis disfrutado.
Hace unos meses, mi querida amiga Yoyo me dijo: "tienes que ver INTOCABLE; te va a encantar". Luego añadió: "Estoy deseando leer tu entrada del blog sobre ella". Y luego babeó un poco hablando de nosequé negro mu fuerte y mu guapo que bailaba de maravilla... y algunos comentarios entre subidos de tono y verduscones que no puedo reproducir en horario infantil...
En fin, darling, que te dedico esta entrada con mucho cariño: ¡Va por ti!
Como siempre, por cortesía de Fimaffinity, la sinopsis:
Philippe, un aristócrata que se ha quedado tetrapléjico a causa de un accidente de parapente, contrata como cuidador a domicilio a Driss, un inmigrante de un barrio marginal recién salido de la cárcel. Aunque, a primera vista, no parece la persona más indicada, los dos acaban logrando que convivan Vivaldi y Earth Wind and Fire, la elocuencia y la hilaridad, los trajes de etiqueta y el chándal. Dos mundos enfrentados que, poco a poco, congenian hasta forjar una amistad tan disparatada, divertida y sólida como inesperada, una relación única en su especie... (FILMAFFINITY).
Creo que no destripo nada porque, cualquiera que haya visto el "trailer" es capaz de obtener una visión global de la historia que va a presenciar durante algo más de 100 minutos. Tampoco se trata de una película en la que el final o su desenlace inesperado soporten un gran peso. Es, más bien, una película edificada sobre los sólidos ladrillos que son esos sentimientos que huyen de relamerse o flagelarse, bien unidos por ese infalible cemento mezclado a base de ingredientes que nunca fallan: la sensibilidad, la inteligencia y el humor.
El argumento, pese a estar inspirado en una historia real (quizá sea esa su mayor virtud), no brilla por su originalidad. Que un millonario tetrapléjico busque cuidador y elija al que el sentido común le haría enviar más lejos y que, éste, resulte ser maravilloso resulta algo previsible. No obstante, donde la película brilla es en la forma de narrar la historia, en su lenguaje, en sus detalles, en la complicidad de los protagonistas y secundarios, en un fresco e inteligente guión lleno de chispa y en unas interpretaciones conmovedoras. La banda sonora te cautiva y te acorrala entre el siempre evocador piano de Ludovico Einaudi, algunas eternas piezas de música clásica y algunos conocidos hits de la música de los 70 (George Benson, Terry Callier, Nina Simone...). El baile que se marca Driss en la fiesta de cumpleaños de Philippe te deja boquiabierto (y a algunas, babeando...jaja) y te descubre insospechadas habilidades en este joven actor.
Los gags se suceden con ritmo vertiginoso y funcionan a la perfección, haciéndote casi olvidar que se trata de un tetrapléjico y su cuidador, cuando más bien parecen dos amigotes haciendo de las suyas y pasándolo en grande, terminando la película contagiado de una felicidad, un buen humor y un buenrrollismo al alcance de pocas cintas.
Creo que ya alguna vez he contado cómo es esa sensación que me hace notar cuándo una película me ha parecido buena: es eso de que durante un par de semanas no puedo dejar de pensar en ella (es una forma de hablar, claro). Me ronda todo el día la cabeza y me obliga a pensar. Parece como si su director hubiera acertado a colarse en mi cerebro y tras tocar algunas fibras y resortes, la película me interroga de forma constante. Pienso mucho en INTOCABLE porque pienso mucho en la enfermedad, porque la tengo muy presente por mi profesión y por la situación de algunos seres queridos.
¿Qué es lo que hizo que Driss (Omar Sy) resultara el cuidador perfecto para Philippe (Francoise Cluzet), devolviéndole las ganas de reir, de disfrutar y de vivir? Un inmigrante negro de clase baja, recién salido de prisión, mal vestido y sin la menor titulación sanitaria. Muy sencillo: le trataba con normalidad, sin sentir lástima por él, sin recordarle en cada momento lo dramática de su situación. Conseguía que se olvidara de la parte de su cuerpo que no volvería a funcionar, haciéndole disfrutar al 300% del 20% que mantenía operativo. Y, sobre todo, sobre todo, sobre todo, derrochando humor. Haciéndole reir, literalmente troncharse de la risa, golfear, bromear, intercambiar golpes de ingenio, pincharle, rozar lo irreverente. El humor como terapia: en resumidas cuentas. El humor como bálsamo, como tratamiento paliativo y curativo, como respuesta a lo que no tiene respuesta, como único, lógico, definitivo e inmejorable antídoto contra la tristeza.
La lógica que tan pocas veces usamos, la coherencia que tan olvidada tenemos: dar normalidad al que la ha perdido, dar risa a quien ha sido invadido por la tristeza, situarnos en el lugar de aquella persona a quien pretendemos comprender.
Todo esto me reaviva esa triste realidad del tiempo en el que vivimos que valora más lo académico que lo personal, lo cuantitativo que lo cualitativo, lo físico y tangible sobre lo humano o lo espiritual. No soy un friki ni un iluso, la formación y la profesionalidad son fundamentales; sólo defiendo que no lo son todo. Que, debieran, al menos, ser complementadas con altas dosis de humanidad, de empatía, de sensibilidad y, ¿por qué no?, de humor.
Cada día, en mi vida y en mi profesión, trato de elevarlas, incluso por encima de de lo razonable. Sólo espero que consigan su propósito, haciendo llegar a otras personas, algo más que paracetamoles o augmentines... Y me gusta pensar que puedo ser un poco como Driss, algo menos negro, de napia igual, bailón pero con menos estilo, tan cortito de currículum y con la misma capacidad de arrancar una sonrisa y de tocar en ese huequito que hay entre el corazón y el alma.
Dios me oiga.

sábado, 14 de julio de 2012

El Pino y el Campoelpino (Personas de las que debiera aprender, capítulo 1)

Con frecuencia, clasificamos todo... ¡Incluso a las personas! Con el agravante añadido de que para ello hay que adjudicarles una categoría, corriendo grave riesgo de errar por falta de conocimiento o profundidad, por prejuzgar o por encasillar a alguien. Esa es una de las más grandes estupideces que pueden cometerse y lo hacemos a diario.
Bueno, pues allá que voy de cabeza. Claro, que depende de cómo se haga; y yo voy a hacerlo de buen rollo, cosa que siempre ayuda. Y, es que hoy, no podía quitarme de la cabeza el temita de la generosidad. ¡Toma castaña! Casi ná... La generosidad...
La cosa es que tengo un amigo al que sería difícil clasificar en la categoría de "la generosidad".
A ver, si la analizamos un poco, por decir algo, podríamos resumir que:
1) Empezando por abajo, están los que no sólo no dan nada, sino que, además, le quitan cosas a otros (butroneros, estafadores, tironeros, rateros, carteristas y políticos, entre otras perlas).
2) Luego, estarían los que no dan nada en absoluto, aunque tampoco quiten a otros (esa subespecie humana conocida como "los ninis", el vecino del cuarto y los que, como se suele decir " van a lo suyo"...).
3) Después, hay personas que dan algo a veces, que es el grupo más abundante (el que un día compra el paquete de cleenex en el semáforo, el que algún domingo echa cincuenta céntimos en el cepillo, el que un día invita a "una refrescante" a alguien (incluso pensando en una probable correspondencia futura), etc...
4) A continuación podríamos tener un escaso grupo de gente espléndida en todos los sentidos, que comparten todo lo que tienen e igual te invitan a desayunar que te regalan algo, simplemente "porque sí" o te echan una mano si estás de mudanza o te traen algo si van de viaje. Gente güena de la que merece la pena, que se acuerda de tí siempre que puede y te lo demuestra. Los hay que, incluso, colaboran frecuentemente con actos solidarios.
5) Finalmente está un pequeño y selecto grupo de personas que han hecho de la generosidad su vida y dan todo lo que tienen a los demás, en un camino de abnegación y entrega que, en casos excepcionales, puede acabar incluso en la beatificación.
Y luego tenemos a nuestro Carlos Pino de nuestras entrañas que, a ver quién es capaz de ubicarlo en esta sencilla clasificación.
Hombreee, Carlos, te quiero con locura, pero lo de la beatificación puede que se nos vaya un poco de las manos y, total, ¿pa qué? Espero que no te importe, miarma. La cosa es que, en honor a la verdad, todo los subgrupos previos se me quedan cortos, pero de lejos y no sé dónde ubicarlo...
En fin, para los que lo conocéis, probablemente no haga falta que justifique mis hiperbólicas palabras, pero, como hay personas que no lo conocen o lo conocen poco, pues lo aclaro.
Carlos es, probablemente, la persona más generosa que he conocido en mi vida. Y no lo digo por decir, sino porque lleva décadas regalando a todo el mundo su tiempo, su dinero y su intimidad, al abrir las puertas de su casa de par en par a todo el que llega. Y no sólo a los amigos de toda la vida, sino a los que se van agregando poco a poco. El grupo de amigos que comenzó siendo del barrio, del colegio (Enseñanza General Básica de aquellos años 70 y 80) y luego de la parroquia y el Campamento, con los años, se fue agrandando a base de hermanos de unos, amigos de otros, novias y esposas, amigos de las esposas, primos, cuñados y concuñados, compañeros de trabajo y, hasta al que sube la bombona de butano (pongamos que se llama Paco), porque aquí no se rechaza a nadie. Todo el mundo es bienvenido. Y se le dice:
-Vente el sábado al "Campoelpino"...
-¿Adónde?.
-Al campito de un amigo...
-¿Y no le importará a él?
-¿A Carlos? ¿Importarle?
Y esa persona llega al Campoelpino un poco cortada, toda timidez y precauciones y se le acerca un tío mu grande, con cara de guasa, que le endiña dos besos y le dice:
-¿A ti te gustan unos huevos fritos que cogí anoche de mis gallinas con unos pimientitos rojos en tiras, así pochaditos...? Espérate, espérate, que te vas a chupar los dedos... Niño, tráele un vaso del congelador a Paco (nombre ficticio, claro) y un litro. Espera, que voy yo... Date un bañito mientras, que el agua está muy buena. Deja las cosas por ahí si quieres.
Y se va para la bodeguita relatando...
-Vamos a meter los vasitos en el congelador, eh. Un enjuagón en el grifo y al congelador, que luego a todos nos gustan los vasitos de tubo congelados...
Pone la cerveza gélida para el recién llegado y se lo lleva a la huerta a enseñarle sus calabacines de concurso, las berzas, las acelgas y las tomateras.
-Luego te voy a abrir unos tomatitos con aceite y sal que te vas a chupar los dedos... ¿Te gustan los tomates? Dame aquella cesta, arfavó...
Te recoge cinco o seis kilo de tomates rojos reventones y te dice:
-Esto te lo llevas luego. ¿Quieres calabacines?
El Paco no tiene tiempo ni de articular palabra. No le salen, porque está anonadado y porque tiene la boca llena de huevos con pimiento morrón y una cerveza en una mano y un cesto lleno de calabacines en la otra.
-¿Quieres huevos de mis gallinas? Antes de irte, recuérdame que te de unos huevos. Pero recuérdamelo, eh, no se te olvide. Si no, te vienes otro día y te das un bañito con los niños. ¿Te has bañado ya? Date un bañito, hombre. Te quedas como nuevo. Dame esa cerveza que ya estará caliente. Date un bañito y mientras te pongo otra refrescante helada como a ti te gusta...
-Sí, sí, gracias.
-El próximo día ensillamos la yegua y te montas un rato, eh.
Y Paco se va algo aturdido para la piscina con sus calabacines bajo el brazo, sintiéndose extrañamente feliz porque jamás nadie le había dado tanto en tan poco tiempo, y se pregunta de dónde demonios ha salido este Carlos, porqué no lo habrá conocido antes y porqué no habrá más gente así.
Mientras Paco se refresca en la pileta, se va para su barrita de la bodeguita y se pone a barrer un poco y a anudar la segunda bolsa de basura para sacarla. Vuelve de la huerta con varios kilos de tomates rojos para hacerle el aliño prometido a Paco y le pone la cerveza fría. Mientras, le dice a alguien que le ponga música, un poquito de Camarón va bien.
Con las mujeres igual, pero además, regalándoles requiebros y piropos, con un taco de arte. Haciendo que todo el mundo se sienta bien, feliz, acogido y parte de un todo que, después de tomarte dos copitas, te parece el universo, el cosmos.
Si un niño le pide un helado y no hay, le dice: "espera un momento". Se va para el coche y conduce hasta el supermercado más cercano y trae catorce cajas de almendrados, por si alguien más quiere. Es su sexto viaje al súper en el día, tras haber ido temprano a por 10 bolsas de hielo y 8 cajas de litronas, la carne, luego pan y regañá, refrescos, dos biter kas (porque le gustan a nosequién) y una latita de berberechos (que se ha enterado que le pirran a Paco). Siempre madruga para meter las cervezas en las cámaras refrigeradoras y organizar un poco aquello, limpiar la piscina, recolectar hortalizas y mil cosas que uno ni imagina. Y siempre está su casa abierta y perfecta para toda su gente güena...
Sinceramente, creo que su generosidad no tiene límites. No creo que acabe alimentando niños desnutridos en el Chad, pero es un tipo que dá todo lo que tiene y hasta lo que no tiene. Abre su inmenso corazón y su casa para el disfrute común y, si pudiéramos sumar el dinero que le ha supuesto durante estos últimos veinte años, quizá pudiera haberse comprado la isla de Creta, que está de liquidación estos días. Y el espectáculo de verlo disfrutar trabajando para los demás, viendo cómo la gente disfruta en su casa... en "El Campoelpino".
Mención especial merece su amada esposa, la guapísima y sonriente Sara. Podría decirse que ella ya lo conoció así, pero dado que las circunstancias familiares, por fuerza, nos cambian la vida, ella podría haber dado al traste con toda esa generosidad, no por egoísmo, sino más bien, por tender hacia lo que en un hogar se entiende como normalidad y en aras de el derecho a la intimidad. Pero, ella ha sabido amoldarse a esa irrefrenable fuerza de la naturaleza que es su marido... o, sencillamente, no ha podido con ella...jaja. Millones de gracias a ti también, Sara, pues su casa es tu casa ahora también.
Mención especial también a toda la familia de Carlos, pues el Campoelpino, cuando comenzamos a ir hace varios lustros, era de sus padres y las puertas siempre estuvieron abiertas para los amigos. Sin duda, gran parte de cómo es él lo debamos a cómo son su padre y su madre, ejemplo de generosidad y abnegación.
Y, la más cariñosa, sincera, merecida, admirada y llena de reconocimiento, Mención especial, honorífica, Cum Laude, con todos los laureles, perejiles, el balón y la bota de oro, la antorcha olímpica, la ensaladera de plata y catorce insignias de oro y brillantes, aplausos, ovaciones, vítores, todo el estadio en pie haciendo la ola, tracas y fuegos artificiales y el himno nacional sonando de fondo para Don José Carlos Pino Garrido, ciudadano ejemplar de la ciudad de Sevilla, vecino del Casco Antiguo y futuro alcalde de Palomares del Río, hermano cofrade de la antigua y fervorosa hermandad de la Virgen de la Amargura y Nuestro Padre Jesús del Silencio, letrado y gestor de asuntos varios, fiel patriota y ejemplar sevillista, adicto a su gente y a la pachanga con los colmilllos de perra bien apretados, futbolero cuyas rodillas arrastran lesiones crónicas por el peso que su descomunal corazón ejerce sobre su tronco, hombre de trabajo y de familia, profundo enamorado de sus dos mujeres, aficionado y gran entendedor del flamenco, la horticultura, el mundo ecuestre y la cocina tradicional, tipo particularmente bondadoso, dotado (con colmo) del arte y de la gracia sevillana, animador, fiestero y propenso a la peluca y al chascarrillo... por su indescriptible generosidad, por dar siempre más de lo preciso, por disfrutar siempre dándolo, por ser un ejemplo para este egoísta mundo en el que todo el mundo va a lo suyo y por tener ese inquebrantable concepto de la amistad.
Tres Postdatas:
*La número uno: el sábado pasado hemos celebrado en "El campoelpino" el 40 cumpleaños de mi grandísimo amigo Andrés. Como siempre, fiesta fuerte y por todo lo alto. No faltó de nada y la madrugada sorprendió a más de uno... Gracias Carlos y Andrés por regalarnos algunas horas para anotar en "nuestra libreta" (ejem). Gracias Nachete por ser de los que tampoco dicen nunca que no y dicen, "sí, ya veré cómo me organizo".
*La número dos: este año celebraremos el 20 aniversario del Roland Garrido, evento veraniego social y deportivo por excelencia. Es el 20 aniversario porque este hombre lleva 20 años haciéndolo, claro. No digo más. ¡¡¡Fiesta fuerte!!!
*La número tres: nuestro amigo Carlos, lo quiera o no, ha acabado convertido en el líder de un clan, de un grupo que lo idolatra consciente y voluntariamente. Esto no siempre ha sido así. En nuestra infancia éramos un grupo de compañeros de lo más normalito, chavales sencillos que destacaban poco, ajenos a los grandes líderes de la clase, los más polpulares, los guaperas, chulitos y listillos de aquella época... Con el transcurrir de los años, a base de amistad, generosidad, franqueza, entrega y todo lo ya explicado antes... gracias a su magnetismo natural, y sobre todo de lo buena gente que es, Carlos es ahora un auténtico líder de masas.
¡Carlos Pino... es nuestro líder! ¡Carlos Pino... es nuestro líder! ¡Carlos Pino... es nuestro líder!
Amigo Carlos, te admiro, te envidio y te quiero más de lo que puedo expresar. Por eso has protagonizado el capítulo 1 de una serie a la que he llamado: "Personas de las que debiera aprender". Eres mu grande.

domingo, 1 de julio de 2012

El primer día del resto de tu vida

Como buen escritor (¡já!) siempre he tratado de huír de las frases tópicas y manidas. Lo recomiendan todas las guías para escritores novatos. Y no traigo a colación ese título porque sea aficionado a prescindir de todas las sensatas recomendaciones que escucho o leo, sino porque es el título de una buena película que vi ayer.
Mi señora se durmió, pero no por aburrimiento, sino por sueño y porque se "envicia" y se "endroga" con el sofá y con los cojines. Y, mira que es pequeño nuestro viejo sofá...
La peli se llama "El primer día del resto de tu vida" (Rèmi Bezancon, 2008. Francia). http://www.filmaffinity.com/es/film692756.html
Es una de esas películas sin puñetazos, recreaciones virtuales ni efectos especiales. Todos los golpes que se dan caen sobre el alma y resuenan por sus recovecos más íntimos. Os la recomiendo, básicamente, porque le encuentro varias sencillas virtudes. A saber:
Lo que cuenta no es nuevo, es más, es tan viejo como la vida y las personas, pero su grandeza radica en la forma en la que lo hace; la verosimilitud de sus cercanos personajes y la proximidad en lo que les pasa.
Recorre territorios comunes a los sentimientos y recuerdos de cualquiera de nosotros, tanto por las interrelaciones familiares como por los cruciales momentos de transición que viven cada uno de ellos. Y, por encima de todo, la delicada y sensible forma en que está narrada, con una especial capacidad del director para reflejar esos pequeños detalles de la vida que, siendo insignificantes, resultan precisos para engrandecerla.
Os guste más o menos, invito al que no se sienta identificado en algún momento de la peli a volver cuanto antes al lejano planeta del que vino.
Otras virtudes: pues, qué decir, una banda sonora muy por encima de la media habitual en la que se recopilan grandes temas.
Por encima de todo, consigue moverte infinidad de recuerdos y todos esos sentimientos que, sabiendo que están ahí, con frecuencia son olvidados durante largos periodos de tiempo. Demasiado largos. La importancia de la familia, del cariño, del ejemplo, de la responsabilidad y la paternidad, de la educación, de la comunicación, del trabajo, de la confianza, de la empatía... y de tantas otras cuestiones que, a menudo, obviamos por la ferocidad con que nos empuja la vida.
Me ha gustado la película porque me ha hecho recordar, sentir y valorar todo lo que tengo y que doy por supuesto, todo lo que puede ganarse o perderse por una decisión equivocada, todo aquello que vertebra y cohesiona y compone mi cotidianedad y, por consiguiente, mi vida.
Por no aburrir más, otro día os hablaré de otra peli que vi ayer (¡Sí, vimos una en la siesta y otra por la noche! ¡Viva el verano!) y que me gustó también muchísimo: "Un dios salvaje", la última de Roman Polanski (2012). Dos matrimonios encerrados en un piso diseccionando involuntariamente sus vidas y diciéndose de todo los unos a los otros. ¡Apoteósica! Ahí os la suelto, por si queréis verla.
Hace poco también vimos una reciente "precuela", la entretenida y muy aceptable "El origen del planeta de los simios" de Rupert Wyatt, 2011.
Ella me empujó a volver a ver "El planeta de los simios" original (no el pastiche de Tim Burton, 2001), de Franklyn J. Schaffner, 1968. Una inconmensurable peli de ciencia-ficción que inevitablemente te hace replantearte la condición humana y sus posibles consecuencias. Como dice Javier Ocaña en Filmaffinity, "Una de las mejores películas de Ciencia-Ficción hechas hasta la fecha. Mantiene todo su esplendor, sobre todo por su apocalíptico final: si no sabes cómo acaba la película tienes toda mi envidia".
Ah, y os tengo que hablar de la trilogía de El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972, 1974, 1990) que la he visto estos meses y aún la estoy digeriendo cual cinéfilo rumiante. Igual debería ver de nuevo las tres antes de pronunciarme, pero entiendo que sean unamimemente consideradas entre las 10 mejores películas de la historia del cine...
Uy, uy, uy... que me lío.
Ojalá estuviéramos siempre abiertos a aprender todo lo que algunas películas están dispuestas a enseñarnos.
¡Qué grande es el cine!


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Salvador Terceño Raposo

miércoles, 13 de junio de 2012

Aquellos veranos del Campamento de San Marcos...

(Esta entrada está dedicada con todo mi cariño a mi prima Quini, por su fidelidad y cariño sin límites y por esperarme cada mañana. Un besito).
Todos los años por esta época, mi cabeza se ve invadida por infinidad de recuerdos agolpados en torno a un mismo tema: aquellos maravilosos años del Campamento de Verano de la Parroquia de San Marcos. Y cada año me sorprendo, por la ternura, viveza e intensidad de dichos recuerdos, de la fuerza con que debieron ser grabados en mi memoria; pues su recurrencia estacional es tan bienvenida como pertinaz.
Algunos de los que leeréis estas lineas los vivisteis conmigo, otros descubriréis hoy aquel pequeño mundo; así que, bienvenidos.
Corría el mundialístico año de 1982 y, en su mes de junio, mi madre se veía abocada a aquella intervención de "la vesícula" que luego condicionaría de por vida sus padecimientos digestivos (un besito, mami). Tras unos días de estancia en casa de mis tíos Concha y Gustavo, se estimó oportuna mi inscripción en las Colonias de Verano de nuestra Parroquia de San Marcos. Yo tenía 10 años y aquello me pareció bastante bien, pues 17 días en la playa, haciendo deportes y actividades artísticas mejoraban ostensiblemente las perspectivas de las vacaciones.
El campamento tenía lugar en unas aceptables instalaciones, propiedad de los Padres Blancos en Mazagón, y era organizado y dirigido talentosamente por nuestro queridísimo y peculiar Padre Ernesto, párroco de San Marcos, a la cabeza de un grupo de doce jóvenes monitores. La expedición la completaban un par de expertas cocineras cuya jefa siempre fue María, asistenta del Padre Ernesto durante todo el año en la casa parroquial.
Las instalaciones se ubicaban en medio de una de esas zonas de pinares y dunas tan típicos de la costa onubense, a escasos metros de la playa. Se componía de varias edificaciones de una altura: cuatro casas (las casas número 1 y 2 para los niños, y 3 y 4 para las niñas) con tres dormitorios, aseos y duchas y un salón para actividades cada una. Otro edificio albergaba la cocina y el comedor. Otro (éste de dos plantas), el botiquín y el dormitorio de los monitores varones, también conocido polularmente como "La Bernarda". Un gran campo de fútbol de superficie arenosa e impracticable con porterías hechas de gruesa tubería acogía las actividades deportivas. En el centro del recinto, salpicado éste de pinos y bancos, se encontraba el corazón de la colonia: el mástil. En torno a él, en el amanecer y atardecer de cada día, formábamos un círculo humano y realizábamos una sencilla oración en forma de canción, mientras izábamos o arriábamos ceremoniosamente las banderas de España, Andalucía y Huelva.
Total, que, dicho y hecho; el día 1 de julio (en cuya tarde la URSS ganaría 1-0 a Bélgica) me encontré montado en el autobús que nos llevaba a Mazagón. La estancia en la colonia, ese año en la escuadra 1C, fue bastante divertida y, en fin, no es por ronear, pero recibí los diplomas de "mejor acampado", "primer premio en Expresión Plástica" y "primer premio en Modelado". En fútbol quedamos subcampeones tras la invencible escuadra 2C, que nos sacaban cuatro o cinco años y nos resultaron, de todo punto, inaccesibles.
No sé muy bien porqué, el verano siguiente no quise ir. Cosas de la mente humana (infantil, claro). Y el verano de 1984, empujado por mis padres y por mi hermana Marta (un besito, Marta, guapura) que quería ir, nos lanzamos de nuevo a la aventura.
Aquella segunda experiencia resultó mucho mejor. Quizá porque era algo mayor (12 añitos), quizá porque me cogió el cuerpo de otra forma o, quizá, simplemente porque sí, ese año me enganchó para siempre. El ambiente era algo diferente; mejor. Los monitores habían cambiado y comenzaban a venir también como acampados otros amigos del viejo patio de "Las Dueñas" como Fran, luego Fali (un abrazo para los viejos rockeros) y, año tras año, se fueron sumando otros amigos, hermanos, primos que elevaron aquella colonia a la categoría de "inigualable", por decir algo. ¡Ahí te dormistes, Carlos Pino!
El verano siguiente, con trece años, pasé a la escuadra 2B y, al siguiente, pasó algo absolutamente inesperado.
Lo recuerdo perfectamente. Volviendo con mi madre de "nosedonde" por la calle Sor Ángela de la Cruz (ahora Santa), justo al salir al cruce con la calle Gerona, delante mismo del mítico Bar Dueñas, nos encontramos al Padre Ernesto. Tras unas fórmulas de cortesía y dos requiebros, suelta el cura lo siguiente; así, sin anestesia:
-¿Entonces qué, Salva, vienes este año de mando o qué?
Él llamaba "mandos" a los monitores. Yo me quedé petrificado. Supongo que mi madre también (otro besito, mami). En fin, tenía 14 añitos, cerca de quince... No recuerdo bien el resto de la conversación. Evidentemente le dijimos que sí y nos citamos en el Centro Parroquial para hablar con el resto de monitores y todo lo lógico que se hace llegados a ese punto. Ya conocía a los monitores de los años anteriores y uno de ellos, Manolo Canales, además, era vecino de "Las Dueñas" también. Recuerdo con cariño la acogida de todos: Manolo Gámez, Manolo Remesal, Clemente, T.J., Manolo Pajuelo, Higinio, Enrique, Mari Carmen, RafiManoli, Merchi, Ana Mari, Rosa, Mayte, y resto de monitores y monitoras (seguro que se me escapa alguno). Me asignaron la escuadra 1B (9-10 años) y la actividad de Deporte, junto a José Ignacio. Nos encargábamos de dirigir la gimnasia de primera hora de la mañana y de las ligas de Fútbol para los niños y Balón-Tiro (el "matar", vamos) para las niñas. Y alguna otra actividad deportiva ocasional.
Lo del deporte por las mañanas era una inevitable pequeña tortura. A las 8 de la mañana sonaba la primera "sintonía" a través de la megafonía: "La mañana" de Grieg, creo recordar; y ahí comenzaban a aparecer aquellos delgados y adormecidos cuerpos, caminando como pequeños zombies legañosos hacia el campo de fútbol a pegar unas carreras y realizar unos sencillos y odiados ejercicios desperezantes. Luego, a las escuadras a asearse un poco y prepararse para la oración de la mañana (8:15h), el desayuno (8:40h), la limpieza de las escuadras (9:00h) ¡jajaja!, y las primeras actividades del día (10:00h y 11:00h). Con las sintonías, respectivamente del célebre "Shalom chaverim", el "Never gonna give you up" del amable y ñoño Rick Astley. Lo petó aquel año, el tío.
A las 12:00h, el "No te olvides la toalla cuando vayas a la playa" de los inclasificables Puturrú de fuá nos invitaba a coger bañador, chanclas, toalla y a correr salvajemente hacia el mar. Luego, duchita y a zampar. También salvajemente, claro.
Tras la comida había un ratillo de tiempo libre y, a las 16:00h, Rick Astley de nuevo nos informaba de que era la hora de las actividades. Tras cuatro o cinco días en el campamento uno ya odiaba profundamente a Rick Astley y había aprendido a contener ciertos impulsos homicidas. Lo que pasa es que luego, a las 17:30h sonaban de nuevo los Puturrú de Fua y te volvía a aparecer el tic en el ojo.
Cuando subíamos de la playa, otra vez a pasar por la ducha, a ponerse algo decente y otro buen rato de tiempo libre hasta la oración de la noche con la arriada de banderas y la cena (21:00). A las 22:30h (creo recordar), entre protestas, gruñidos, refunfuños e intentos de regate, sonaba "If you don't know me by now" de Harold Melvin & The Blue Notes y los grupitos se deshacían, las parejitas (¡clandestinas, claro!) se separaban y todos los acampados acababan refugiados en sus respectivas habitaciones. Allí eran reunidos por su monitor que repartía las últimas indicaciones, consejos y reprimendas del día.
Ni que decir tiene, que las habitaciones de los niños hedían de forma nauseabunda. Las de las niñas, menos. Por más que se insistía, el orden brillaba por su ausencia, la ropa, los botines sucios y los restos de comida se acumulaban bajo las literas y creo que al mayordomo de "Lo que queda del día" se le hubieran saltado los "stents" de haber asomado la cabeza por allí. Ni las broncas ni los castigos conseguían cambiar dicha tendencia al "gorrinismo" así que, lo confieso, acabábamos dándolo por imposible.
Algunos días tenían lugar actividades especiales. Era el caso de los días que, por la tarde, salíamos a dar un paseo al pueblo. Los alrededor de ochenta acampados y la mayoría de los monitores invadíamos Mazagón, centrando nuestra actividad invasora en torno al pequeño parquecito, la heladería y el supermercado donde los vándalos y vándalas arrasaban la sección de chocolates, dulces y bollería. La mayoría aprovechaba para pasar por la cabina de teléfono (pero cabina, cabina, eh) para llamar a sus padres e informar de que todo marchaba de maravilla. Ni que decir tiene que alguno llamaba llorando diciendo que quería que lo recogieran, cosa que algunos padres hacían y otros no; al menos en el primer S.O.S. No había móviles, claro. Eran otros tiempos...
Un par de días, por la noche, se celebraba un Fuego de Campamento. En él, todo el campamento se reunía al rededor de una gran hoguera y las diferentes escuadras hacían pequeñas actuaciones. Nos acostábamos un poco más tarde pero merecía la pena por ese efecto casi mágico que ha tenido siempre una reunión en torno a un fuego.
Un día se celebraba la gran mini-olimpiada campamental "El triatlón", con pruebas de velocidad, resistencia y salto de longitud. Un esperadísimo evento deportivo, con medallas para los campeones y toda la parafernalia precisa.
Durante el campamento tenían lugar tres grandes excursiones. Un día, los acampados mayores, las casas 2 (chicos) y 4 (chicas) iban de Marcha al Monasterio de la Rábida. Otro, todo el campamento iba a una finca de cultivo de fresas, la finca de "Las Madres" a recolectar fresas para nuestro consumo propio. "Tres a la bolsa y una a la boca", decíamos. Y, claro, lo hacían al revés y siempre había algún cólico de categoría.
Otro día marchábamos hasta un embarcadero donde tomábamos un barco que nos paseaba por la ría hasta dejarnos en Punta Umbría, donde pasábamos el día de forma un tanto especial. Luego, por la tarde, nos recogía de nuevo y nos llevaba de vuelta a Mazagón.
Todos los años, el 16 de julio, nos poníamos nuestras mejores galas para participar en la procesión de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros. Se celebraba una misa y luego se llevaba la imagen hasta la playa donde era paseada por el mar en una pequeña barcaza a motor mientras otras decenas de ellas, llenas de pescadores, la seguían formando una colorida estela.
A final del campamento tenían lugar dos grandes y esperados eventos: la Verbena y la Entrega de Premios. El penúltimo día por la noche tenía lugar la Gran Verbena, espectáculo sobre un gran escenario para el que, a lo largo del campamento, cada escuadra preparaba una actuación: canciones, videoclips en playback, teatros, noticiarios chistosos, etc. En fin, tan típica como llena de simpatía. Los monitores también preparábamos alguna actuación que, modestia aparte, no quedaron mal del todo. Un año hicimos el célebre "You're the one that I want" de la BSO de "Grease". Los clásicos nunca fallan...
El último día era un día de lo más tristón y se dedicaba a la recogida de todo el material desplegado. Por la tarde, se celebraba la Entrega de Premios con diplomas, trofeos y medallas para los mejores en las diferentes actividades: plástica, modelado, actividades de aire libre (tiro y pista americana), los deportes (ligas de fútbol y balón-tiro) y los diplomas al mejor acampado y mejor acampada que reconocían a aquellos que destacaban de forma global y, sobre todo, en preciadas virtudes como el buen comportamiento, la colaboración y la bondad.
Tras cuatro años, aquellos viejos amigos, los monitores veteranos dejaban paso a otros más jóvenes y con nuevas energías. El padre Ernesto decidió que yo sería el Jefe de Campamento, en sustitución de Clemente. Aun así, mantuve mi actividad como monitor de deportes. José Ignacio se mantenía en el plantel como monitor más veterano y entraban al grupo varias chicos y chicas, acampados veteranos, Muchos de ellos acabarían convertidos en amigos para toda la vida. Andrés Casas, mi amigo del alma, Fali, Emilio FG, Pepe, AlbertoJuanma, Yose, Gustavo, Carlos Andrés, Emilio LG... entre los monitores. Mi hermana Marta, Mari Carmen, María José Casas, María José Gallardo, Loli, Inma, Evi, Inés, Mari Luz, Verónica, Mª Jesús... entre las monitoras. Espero que no se me olvide nadie.
Un grupo majísimo, con entradas y salidas, pero mucha unidad. Con ideas para nuevas actividades (como aquella Conquiliología de Mari Carmen que los niños no sabían ni pronunciar... jaja) y nuevas formas de hacer las cosas. Una de las primeras decisiones fue cambiar las viejas "sintonías" por otras nuevas: "El Bolero" de Ravel (para despertarse), "Jump" de Van Halen (para el deporte matutino), una así religiosa que no sabría decir, para las oraciones de la mañana y de la noche, "The power of love" de Huey lewis & The news (para las actividades), "Surfing USA" de los Beach boys (para la playa), "The eye of the tiger" (BSO de Rocky) (para el almuerzo), "Sweet child of mine" de Guns n' roses (para el paseo) y la nueva versión de "If you don't know me by now" de Simply Red (para acostarse).
Se dejó de ir a la finca de Las Madres y, creo recordar que algún año, la excursión de Punta Umbría se cambió por otra a Portugal. Y algún que otro cambio venido de esferas superiores... lo normal.
El tiempo juntos, la conviviencia, el esfuerzo compartido, los inolvidables buenos ratos y algún que otro mal trago; todas y cada una de las vivencias experimentadas bajo aquel sol choquero de julio, sumergidos en una atmósfera de salitre y resina, entre niños, planes e interminables días, quedaron grabadas en mi corazón y en mi memoria como a fuego sobre la fina y joven piel. Las legañas de la mañana, el café de puchero y los suízos con fuagrás, las manitas llenas de barro y escayola, los goles de la 1A, las toallas al hombro, quince niños tratando de ahogarme, el último se ducha con agua fría, el bendito gazpacho, las comidas con el Padre Ernesto, los turnos de fregado, los asaltos por la noche a la cámara, las parejitas del verano, el Correo Campamental con las crónicas y anécdotas, el día de la "programación" y el de la "pitada", las guerras de agua, las bromas, los secuestros del oso de peluche de Mari Carmen, trepar al mástil para poner las banderas, los motes, Technotronic y Snap (uf!) sonando por todo el campamento, las visitas de los padres los domingos, las guerras de almohadas, las tardes de ensayo de los cantos para la misa, el Padre Ernesto bajando la rampa, las cocineras pelando papas en la puerta del comedor, pan con chocolate para merendar, los partidos de monitores contra acampados, el suelo lleno de pinocha, las plantas de los pies endurecidas, Jesús bebiéndose el champú de fresa (¡olía de bien!), Vanessa que nunca terminaba de comer, las escapadas de "el Buitre", los niñatos del pueblo molestando, los novatos con la cara llena de espuma, Arturo y la 1B con su videoclip del Thriller, Yose durmiendo con varios colchones encima, las fotos en el embarcadero, la sopa de fideos, las botellas de refresco "La Pitusa", la ropa después de hacer la pista americana, ¡cómo pesaba la Virgen del Carmen!, los santos y cumpleaños en el comedor, chuscos de pan volando, lavar la ropa en la pila que había detrás del comedor, los turnos para las banderas, las "dos cositas" que siempre había que decir, "alegre la mañana que nos habla de ti...", "junto a ti al caer de la tarde..." y, ¿como no?, las lágrimas de la despedida...
Muchos de mis mejores recuerdos han quedado retenidos entre aquellos pinos y persisten en mi memoria emocional. Estoy convencido de que hoy no sería la misma persona que soy sin las vivencias de aquellos años, como acampado, como monitor y como jefe de campamento.
Y no puedo evitar aprovechar, aun a riesgo de colmar vuestra paciencia, para mandar tres mensajes:
El primero, para el difunto Padre Ernesto, con todo mi agradecimiento, mi cariño y mi reconocimiento por la gran labor que realizó y todo cuanto nos enseñó, directa o indirectamente. Con sus virtudes y sus defectos, jamás le olvidaremos.
El segundo para todos los compañeros y amigos con quien conviví en el campamento, tanto acampados como monitores, por llenar mi corazón de felicidad y mi memoria de hermosos recuerdos.
El tercero y último, para todos los que sois padres o lleguéis a serlo en el futuro: regaladle estas maravillosas experiencias a vuestros hijos, si está en vuestra mano. Su vida se verá increíblemente enriquecida y, probablemente, les hará personas más independientes, más fuertes y más completas en todos los sentidos.
¡Feliz verano!

domingo, 22 de abril de 2012

Mi monumento para Adela

-¡Adela!
-¡Voy! -suena una voz desde el pasillo.
Y Adela entra como un manso torbellino. Es una mujer pequeña, menuda, con el pelo corto y cano y el rostro repletito de arrugas y penas.
-¿Cierro? -pregunta Adela después de cerrar la apuerta de la consulta tras de si.
-¿Me siento? -pregunta Adela después de sentarse delante de mí.
Es una de esas mujeres nerviosas, inquieta como un rabo de lagartija, cuyo nerviosismo no incomoda lo más mínimo. Tendrá unos sesenta y cinco y sobre los estrechos hombros trae toda su vida a cuestas.
-Claro, Adela -respondo con una sonrisa de complicidad-. Está usted en su casa.
Expone sobre la mesa todo lo que trae en sus manos: dos cartoncitos de medicamentos (Lexatin 1,5 mg y Lormetazepam 1 mg), una hojita de una libreta de cuadritos con otro medicamento anotado -para su hija- y el talonario de recetas de la compañía.
-Yo venía sólo por esto -me dice-. Es que se me ha acabado y, desde lo de mi marido...
-¡Eso está hecho, pero ya! -le digo yo, con ánimo de animarla. Cuando voy a preguntarle se me adelanta...
-Hace tres meses se me murió mi marido -hace un mohín con la cara, amenazando llanto-. Era policía... Él estaba mu sano. Usted no lo conoció, pero en el centro de aquí al lado lo conocían mucho. De un día pa otro, mire usted. Ni fumaba, ni bebía, no tenía colesterol ni azúcar, ni nada. Pero mire, de un día pa otro.
Yo la escucho atentamente. Sé que esta consulta me va a llevar un rato, pero no me importa y no estoy dispuesto a perderme la historia.
-De un día pa otro, digo... de un rato pa otro! Estaba tan tranquilo y me dijo, "mami, yo me voy a acostar ya" y se fue pal dormitorio. Yo me quedé viendo el programa ese del "hermano mayor", que me pego unos lotes de llorar...
-Y no es para menos, hija -repuse yo sin querer que perdiera el hilo-. Menudos cuadros se ven.
-Yo lloro porque me recuerda a mi hijo, que, gracias a Dios ya está bien, pero ha estado dos años con mala gente y nos ha traído de cabeza. Ya lleva tiempo bien, sin tomar nada, pero está parado y el miedo no se va. Es que hemos pasado mucho, hijo...
Vuelve a amagar con una mueca de dolor en el rostro que resalta más aún sus arrugas. Se peina el flequillo con la artrosis de su mano derecha y se recompone un poco su ánimo.
-Mi marido lo llevaba fatal. Como era policía, se moría de la vergüenza. No podía, no podía... que no podía, vamos. Era yo la que tenía que ir a todos los sitios y buscar al niño por la calle. Mira que él patrulla por todos lados y ha entrado en "las tres mil" y eso. Pero, con lo de mi hijo, no podía... Y se me fue en un momento.
-Hija, lo siento muchísimo -dije de corazón.
-Debió sentirse mal y se fue al cuarto de baño -continuó narrando Adela-. Se le habría descompuesto el cuerpo o algo así. Me dijo que notaba un pinchazo en el cuello y que no le entraba el aire y se sentó en el váter. Y ahí se murió, sentado y yo a su lado. De momento se relajó. Su cabeza se quedó apoyada en mi costado y su mano se desplomó y se empezó a poner morada. Yo ya sabía que estaba muerto porque se me murió una prima hace poco y se puso igual. Pero ella era diferente; tenía una cosa mala en la cabeza y llevaba dos años malita la pobre mía; qué lástima... esa fue otra lucha.
-La verdad, Adela -acerté a decir para mostrar algo de positivismo-, puesto a morirse, mejor de golpe y sin tanto sufrimiento, ¿verdad?
-Sí, pero hijo...
-Ya, que es peor para los que se quedan. Lo sé.
Adela me responde con un movimiento de la cabeza porque está llorando y se limpia la nariz con un cleenex.
-Bueno, hija, ya no tiene remedio y hay que tirar pa'lante -animo tontamente-. Ha perdido a su marido pero ha recuperado a su hijo... En él tiene que poner ahora todas sus fuerzas, Adela.
-Además de verdad -me confiesa recuperada-. Tengo otro en Chile que está muy bien colocado y lo gana mu bien. Trabaja para un banco y para la universidad. Pero ese está muy bien. El que me preocupa es el otro, que está parado y su mujer también. Yo coso y me gano mi buen dinero: esta semana me he ganado cuarenta euros y la pasada cincuenta. Mi marido me dejó todo arreglado porque allá donde iba se hacía un seguro de vida y con eso me he quitado todas las trampas. Lo tengo todo pagado y yo gasto mu poco. Mientras tenga pa pagar la hipoteca de mi hijo y para poner un plato en la mesa...
-De verdad, Adela, que es usted una luchadora y un ejemplo -alabé sin miramientos.
-Hijo, lo que no haga una madre... -respondió con un brillo acuoso en los pequeños ojos-. Yo, después de ver a mi hijo como lo he visto no quiero volver a pasar por ahí y soy capaz de lo que haga falta. Me gasté tres mil euros en un centro que fueron, de verdad, unos sinvergüenzas y lo tenían todo abierto y, cuando el niño ya no podía más, se iba por ahí a buscar. Él no se pinchaba, sólo fumaba, pero oiga, que se ponía hecho una fiera y rebuscaba por toda la casa cosas pa llevarse... Menos mal que dí con el doctor Periáñez, que es una eminencia y le mandó un tratamiento estupendo. Lo tuvimos encerrado tres días aguantando gritos y golpes que no se los puede imaginar...
-Hasta que pasó el mono...
-Claro. Luego le puso un tratamiento más suavito y hasta hoy. Pero, hijo, ¡qué duro pa una madre! Ver a tu hijo por ahí tirao, con esa gente, maleando, arrastrao... Se me parte el alma de acordarme. Pero, le digo una cosa, que no me pasa más... que soy capaz de lo que sea. Me tiro a la calle y me como a quien sea y me lo traigo por los pelos y lo encierro el tiempo que haga falta...
-Adela, se merece usted un monumento.
Y allá que va Adela, con sus cartoncitos y sus recetas en la mano, enjugando lágrimas y lanzando su pequeño cuerpo a la calle, a coser hasta cegarse, a trabajar hasta caer rendida, a luchar contra los fieros enemigos de su gente y de su casa. Abatida por su impotencia ante la muerte pero inasequible al desaliento, sabiéndose invencible por esa descomunal fuerza que le brota de las mismísimas entrañas.
Como, por desgracia, nadie se lo va a hacer, ahí va mi humilde monumento para Adela.
Con toda mi admiración.


martes, 3 de abril de 2012

Las "40 primaveras" más preciosas del globo terráqueo

Un Martes Santo lluvioso es tan buen día como cualquier otro para contar lo que sigue.
Y, aun a riesgo de que esto se convierta en una ristra de entusiastas exaltaciones con motivo de los cumpleaños de mis seres queridos, hoy tengo la necesidad de caer en la reincidencia consciente y temeraria.
Cuando Nacho cumplió años sentí la necesidad de contar cosas.
Hoy (29 de marzo) cumple 40 años la mujer que da sentido a mi existencia y no puedo consentir que sea menos que su cuñado. Que luego me canea. Ejem...
El Miércoles Santo de 1972 nació en Sevilla la mujer más especial de la que se tiene conocimiento en el universo explorado. La NASA lo ha confirmado. Una preciosidad de criatura de cabellos oscuros, tez clara y enormes ojos que unos días son pardos y otros verdes; con más luz que una mañana de mayo y más brillo que la pantalla de mi iPad.
Los orgullosos padres: Ana (una señora cuya bondad, cariño y abnegación no tienen límites) y Enrique (un señor cuya bondad, ternura y sentido de la responsabilidad no tenían límites, hasta que nos dejó hace casi 8 años) la criaron entre dos hijos varones, en lo que fue una infancia dichosa y llena de esa bendita normalidad de los años 70 y 80.
Su barrio de Nervión y, en concreto, la avenida de Ramón y Cajal, tuvieron la suerte de verla crecer; de notar las caricias de sus primeras pequeñas pisadas correteando bajo los arquitos de "las casas baratas", arropada por una gran familia a la que siempre ha adorado.
El destino quiso que nuestra misma vocación nos acercara a ambos al campus sanitario de la Macarena y nuestra similitud de intereses, caracteres, aficiones y preocupaciones nos hiciera definitivamente inseparables.
En tercero de carrera me cogió el cuerpo mu tonto y repetí, cayendo en su clase. Ella ya me había echado el ojo (lo dice ella, no yo), pero yo acababa de salir de una relación breve, extraña y cansina que me alejaba del mínimo deseo de comenzar otra. No obstante, aquella risueña, jovial y preciosa jovencita, haciendo uso de todas sus armas de seducción, se fue apropiando poco a poco de mi bomba cardíaca y todo mi aparato cardiovascular. Yo me repetía una y otra vez frases de desánimo, con la intención de apartarme de una posible nueva relación pero cada vez me descubría a mí mísmo deseando llamarla, llamándola, quedando y enamorándome un poquito más.
Era la hermosa época del tonteo, de los requiebros, de las barriladas y las fiestas de la facultad, de las bromas, los piropos, la guasa y la picardía intencionada, en la que cada mirada significaba lo pretendido y cada palabra obtenía el efecto buscado. Los ratos a solas provocaban taquicardias y, un roce de manos, el infarto agudo de miocardio. Mi reticencia inicial (inusitada en un machote ibérico en edad de merecer) alargó el proceso del cortejo, otorgándole una belleza y una honestidad que hoy valoro más que nunca y aprecio con el valor de las cosas que caen por su propio peso.
El día que comenzamos a salir era un frío día de diciembre, en las vísperas de las fiestas navideñas. Estuvimos en una barrilada en la facultad desde medio día y celebramos que el resto de amigos se fueran pronto. Nos quedamos a solas y hablamos, hablamos, hablamos, mirándonos, rozándonos las rodillas y las manos de vez en cuando. Sus enormes ojos brillaban y llenaban de luz aquel cutre bar de desayunos y parroquianos cercano a la facultad y transmitían el tonto deseo de detener el tiempo, tan propio de niños y enamorados. Por la noche se celebraba la fiesta de cumpleaños de mi amigo Paco (un abrazo, amigo) y, más tarde, había una fiesta de la facultad en la Venta Pilín a la que no podíamos faltar y finalmente tuvimos que desanudar muestras miradas y marcharnos. Tras dejarla en la parada del autobus, enfilé la calle San Luís hacia mi casa y descubrí que llevaba sus guantes en los bolsillos de mi abrigo. Ya no podía devolvérselos. Los que aquel día deambularon por aquella calle vieron a un joven caminar sin rozar el suelo, ensimismado, hipnotizado, esnifando cual drogadicto el aroma que desprendían aquellos sencillos guantes negros de lana: mitad aquel dulce perfume de Agatha Ruiz de la Prada, mitad el aroma de su blanca piel.
A la altura de la plaza del Pumarejo llegué a la conclusión de que me había enamorado para toda la vida. Hasta el mismo tuétano. No me equivoqué mucho.
Por la noche, en la fiesta, nos buscamos y nos encontramos. Ella me encontró primero y me tapó los ojos. Otra vez ese olor... "¿Agatha?", pregunté yo. Lo demás puede obviarse por obvio, valga la redundancia. Nos besamos y comenzamos a querernos como si hubiésemos sido creados sólo para eso. A día de hoy he de confesar que sólo he sentido crecer el más grande amor en mi interior, sin la menor duda, sin vacilar, con la fuerza de la convicción y la determinación de la pasión; lleno de verdad, de grandeza y vocación de perdurar. Cuando dio la vida a nuestros hijos, perdí definitivamente la capacidad de describir con sencillez lo que significa para mí. La palabra amor suena ridícula a su lado por parca y escueta, por tímida y mentirosa. La palabra amor, nombrada junto a su nombre pierde la grandeza que otros le han dado y mueve más a la risa que al asombro. La palabra amor se le queda corta y no hay nada que hacer al respecto.
Ya hemos andado casi el mismo camino en la vida juntos que separados y hemos compartido dolor y dicha. He aprendido que la suerte me sonrió el día que cruzó nuestros pasos y puso en mi vida una mujer como ella, tan igual a mí y tan inigualable. Tan llena de amor, de ternura, de belleza, de fuerza, de sabiduría y de cordialidad. Con esa inagotable (es una forma de hablar, porque se me duerme a las 21.38h) energía para trabajar para su casa y para sus hijos, para ser mi apoyo firme y mi brújula y mi inspiración.
Para que os podáis quitar de encima todo el almíbar que he derramado, os confesaré que no todo es risas y bailes en nuestra vida. Disicutimos como todas las parejas, pero hasta para eso hay que tener talento y ella, tras discutir no se siente agusto porque le parece que no somos nosotros y suele pasar por mi lado silbando (mal y con una nota, porque no ha sabido nunca) una cancioncilla tonta; entonjces yo, que soy muy perspicaz, sé que me está mostrando la bandera blanca. Otras veces, cuando no ha habido cancioncilla silbada, cuando me meto en la cama (siempre después que ella) se me abraza por la espalda, a traición, en una suerte de maravillosa traición que busca la paz y el regreso del amor que nunca se había ido.
Tampoco le hace mucha gracia que yo siempre ande por ahí apuntándome a una ronda de aspirinas. Y me pone esa carita de cordera degollada que me parte el alma. Sé que en el fondo me entiende, pero es de "esas" que no quieren pasar ni un segundo más de los extrictamente necesarios sin su amorcito, cenar un bocadillito de sardinas (de luxe, eh, con tomatito, lechuga y mayonesa) y dormirse viendo Anatomía de Gray echada sobre mi costado. A veces incluso acepta ver alguna de mis películas "de chinos" de las mías. Yo sé que a veces echa de menos nuestra cómoda vida de novios, nuestros paseítos por el centro, poco dinero pero mucha ilusión; pero es feliz en su vida de esposa y madre, a pesar de todo lo estresante, cansino y monótono que esta vida conlleva. 
En fin, que jamás la veréis contar un chiste ni pegar una carrera que no sea estrictamente necesaria pero, sin duda, es una bellísima persona, no porque yo lo diga, sino porque siempre está pensando en los demás. LLeva el bolso lleno de cosas por si le hacen falta a los demás, siempre tiene un rato para una amiga, si necesitas lo que sea de ella (que te haga un recado, que te cosa algo, que te cuide a los niños, que te compre tal o cual cosa... lo que sea) ella te lo da. A mí me lleva el coche a pasar la ITV, a por mis pastillas al médico, me hace dulces para que lleve al trabajo, mil cosas así...
En fin, que parece que quiero venderla y nada más lejos de la realidad... la quiero sólo para mí.
Por favor, no escuchéis lo que sigue que es sólo para ella:
Amorcito, preciosidad, reina mora, chiquitina mía, te quiero más de lo humanamente posible. Te adoro sobre todas las cosas. Te quiero siempre, en todo momento y sin reparar en la intensidad. Contigo soy el hombre más feliz del mundo y quiero que hoy, en tu 40 cumpleaños tú lo seas también.
¡Lo habéis leído, so cotillas!
Te quiero más que infinito. Un millón de besos.