Collage íntimo

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Trocitos...

viernes, 18 de noviembre de 2011

Las elecciones que no ganará nadie

Me estaba resistiendo, palabra, pero he escrito sobre algunos temas que han sido actualidad y me parece frívolo ignorar que este domingo habrá unas elecciones generales a la presidencia del gobierno de mi país.
La verdad, nunca he sido un entusiasta de la política y no es un tema que me vuelva loco. Más bien al contrario; soy un pesimista de la política.
No sigo a ningún partido con verdadera confianza. De la fé ni hablemos. Si el domingo deposito mis sobres blanco y sepia en las urnas será porque me siento un convencido demócrata y considero que es mi obligación. No votaré a un partido u otro (u otro) con la convicción de que sea el mejor, el más capacitado y nos va a solucionar la fea papeleta que tenemos entre manos; más bien lo haré por el viejo método del descarte: es decir, el menos malo.
No obstante, estas elecciones, difícilmente las ganará nadie. La cosa (muy bueno lo del bar ese en el que había un cartel que advertía: <<Prohibido hablar de "la cosa">>) está que pega bocados. El paro batiendo records cada día; la prima de riesgo por las nubes; los "mascas" de la eurozona metiéndonos bronca día sí y día también; Grecia tirándonos de una pierna e Italia de otra (menos mal que al artista de los implantes ha picado billete)... Un desastre, vamos. El marrón que se va a comer el que gobierne tiene tela; claro, que si la cosa va bien se van a poner una peaso de medalla como la bandeja de un frito variado para séis. Y si va mal... que el marrón era mu gordo y quién podía levantar eso...
De todas formas, llamar marrón a lo que se nos viene encima es como llamar charco al océano pacífico. No entiendo mucho de economía, pero me temo que nos esperan años duros e inciertos. Nuestra economía necesita acciones efectivas ya y, el probable cambio de gobierno que, a priori, parecía ser un seguro estímulo para los mercados, de momento, lo que con toda seguridad va a suponer es un inoportuno kit-kat político en nuestro país. Durante el último par de meses y hasta el nuevo año ninguna medida efectiva será tomada, ni por el gobierno saliente ni por el entrante. Algo así como si, ante un incendio, los bombreos se dedican a no hacer nada mientras ocupan dos días en decidir quién será el jefe del dispositivo, el que tome las decisiones. Mala suerte.
A todo esto, la campaña electoral está siendo "de traca". Rajoy se sabe ganador y, como es lógico, no tiene porqué arriesgar. Tampoco es su estilo. Mantiene su discurso y esquiva hábilmente las andanadas, estocadas y zarpazos de un desesperado Rubalcaba que es consciente de la necesidad de meterle fuego a las naves. Los anuncios en radio y televisión son una clara muestra de la diferencia de planteamiento de la campaña de cada uno de los partidos. En el anuncio del PSOE en la tele, aparecía un niño muy pijo camino hacia el colegio privado de la mano de su padre, y le pregunta a éste: "Papá, ¿cuando me vas a enseñar a despedir obreros?". En la radio, he escuchado un par de anuncios en los que una pija votante de Rajoy vomita un repulsivo monólogo. En uno se plantea qué será en el futuro, considerando la posibilidad de ser médico, abogado o piloto y dice a la que sería su homóloga proletaria votante de izquerdas: "¡Tú sí que tienes suerte! ¡Lo tienes tan fácil! ¡No vas a ser nada!". La misma pija, en otro anuncio radiofónico celebra que gracias al trabajo de su padre y del padre de su padre y del padre del padre de su padre...etc., podrá realizarse una operación de estética. Y añade, algo así como: "Chica, si tú no puedes, ¿qué quieres que te diga? Habla con tus antepasados".
Cuando escuché éste el otro día en el coche, yendo al trabajo, me dio un ataque de risa tal que tuve que serenarme para no tener un accidente.
Claro, se ríe uno porque los que diseñan las campañas son unos cachondos mentales. Y se rie uno por no llorar también. Éste tipo de anuncio que a mí me dio risa es un misil teledirigido a la sensibilidad del pueblo, de la gente, de los que menos tienen, de los que están en este preciso momento pasando de la estabilidad a la incertidumbre, de la incertidumbre a la necesidad o de la necesidad a la desesperación. El grueso de la población, personas trabajadoras (en el mejor de los casos) que nunca serán pilotos, ni llevarán a sus hijos aun colegio privado, ni se intervendrán de estética, son azuzados, pinchados por una puya que no va dirigida a ellos, sino que va dirigida a esa odiosa y estereotipada estúpida pija; a los ricos a los que pretende representar y al partido al que dice que va a votar. "Si votas a Rajoy, no habrá futuro para los que tienen menos", termina el simpático anuncio en su particular apoteósis de mala leche.
¡Así es fácil hacer campaña! Sin decir lo que uno pretende hacer y sin pillarse los dedos. Difama, que algo queda. Es tan simple como asegurar cosas tremendas aunque uno no tenga la certeza de que vayan a ocurrir: ¡Si Rajoy gana, hará más ricos a los ricos y más pobres a los pobres! ¡Si Rajoy gana, el despido será gratis! ¡Si Rajoy gana, quitará todas las pensiones, subsidios y ayudas sociales! ¡Si Rajoy gana, nos obligará a dejarnos barba a todos! ¡Si rajoy gana, arrancará las muelas de oro a todo aquel que las tenga! Y todos los rumanos corriendo pa Rumanía...
La campaña de Rajoy es sosa: vamos a tomar tales medidas, vamos a centrarnos en el empleo y no reduciremos las prestaciones sociales...ustedes nos han traído a este punto; vayanse y déjennos gobernar ahora. Pero más honesta y respetuosa con el votante.
Pero, la de Rubalcaba es demencial: sabemos cómo arreglar "esto" que hace dos días no sabíamos, ¿Papá, cuándo me vas a enseñas a despedir obreros?; los ricos tendrán más y los pobres, menos; ¡Corred, que viene a derecha! ¡Vuelve Franco!
La última perla ha sido lo de: "Me preocupa que la derecha se alce con el poder absoluto! Él siempre preocupado, transmitiéndole sus MIEDOS a la gente, estableciendo conexiones sutiles: "la derecha" = "franquismo"; "se alce" = "alzamiento"; "poder absoluto" = "dictadura". Don Alfredo, s'il vous plaît, entiendo que esté deseperado, pero deje de meter miedo al personal... que se le ve tela el plumero.
El golpe de efecto de la disolución de ETA yo ya lo esperaba y creo que lo avisé hace tiempo (¡tiembla, Nostradamus!). De todas formas, creo que, a pesar de ser una maravillosa y presuntamente pactada pantomima, no ha alterado mentalmente a nadie, ni supondrá vuelco alguno en el ánimo del escéptico electorado.
Personalmente, me encantaría que UPyD se "centrara" más y ganara en fuerza, peso y presencia política. Sin duda alguna, el centro siempre será mi orientación política, pues lo es en mi cabeza y en mi vida y, aun ahora, dudo si sería un voto útil o un voto cuasi-perdido. Con el resto de formaciones no tengo lo más mínimo en común y no me preocupan en demasía.
Sólo quiero, desde este humilde blog, que sé que siguen con interés tanto Mariano como Alfredo, pedir un poquito de vergüenza y de respeto hacia los que soportamos esta rancia campaña; que no somos imbéciles del todo y que nos la trae al pairo si llevan corbata roja o azul, si llevan corbata o no, si repiten más o menos una coletilla u otra, si el traje es gris o azul. Que lo que queremos es que tengan el talento de tomar las decisiones adecuadas para comenzar a dejar de caer, para comenzar a salir de esta mierda de crisis que ha mandando al limbo a una generación de jovenes que no va a saber qué hacer con su vida.

Que no me entendáis mal, eh. Que no estoy haciendo campaña para nadie. Sólo digo lo que me parece el planteamiento de la campaña electoral de uno y de otro, y lo malita que está "la cosa"... en cuanto a "eso" de respetar un poquito a los votantes.
Por lo demás, que cada uno vote a quien le dé la gana y menos malo le parezca. Sólo faltaría...

lunes, 7 de noviembre de 2011

Trabajar con las manos


Ayer estuve de guardia. La noche no fue malota hasta que me llamaron a las 5 de la mañana. Una embarazada con dolor abdominal y vómitos me esperaba somnolienta y encogida en la sala de espera. Después de interrogarla y explorarla, di las indicaciones para que la enfermera le cogiera una vía, le extrajera sangre para una analítica y le administrara unos medicamentos y suero fisiológico.

En fin, yo también estaba somnoliento y encogido, loco por desnucarme en la cama otro rato, pero me quedé mirando cómo la hábil (y también somnolienta y encogida) enfermera hacía su trabajo. Lo que ya había visto cientos de veces, quizá por la tranquilidad de la noche, quizá porque me pilló el cuerpo así, me impresionó más de lo habitual.
La pericia de esas manos en sus movimientos, automatizados por la práctica, pero únicos llamó poderosamente mi atención de forma que no podía dejar de mirar. La preparación del material necesario, el ensamblaje de los diferentes dispositivos, la manipulación del brazo de la paciente, la suave aplicación del compresor, la delicada canalización de la vía y el acoplamiento del bioconector o el sistema de suero, la recogida de los tubos de sangre y los pertinentes cuidados para su traslado, la administración de los medicamentos en suero, la ubicación de la paciente en el box... Ante tal despliegue de actos sutiles, yo no puede consentir estarme quieto mirando y dediqué mi tiempo y mi fuerza bruta a la manipulación de mecanismos para reclinar el sillón, cosa que la paciente agradeció con una pequeña sonrisa, y al transporte de una silla fija para que su marido se pudiera sentar junto a ella. A ver, todos estos músculos tendrán que servir para algo, ¿no?

En fin, presenciar de manera consciente todas esas maniobras de un técnico, eficiente y delicado trabajo manual me embelesó y me hizo recordar otros muchos trabajos, en ocasiones sencillos, que precisan de las manos, de su habilidad, de su entrenamiento y de su calor para ser llevados a cabo.

Recordé a la panadera de Maranchón en su tahona, amasando tibias masas, mezclando ingredientes, dando formas y sabores a nuestro paladar que hoy nos trasladan a la infancia. Este verano pasé un rato por la tahona y la vi trabajar. Le pregunté si no le importaba que le hiciera algunas fotos y negó, no sin cierta extrañeza y timidez. Y allí seguía ella mientras yo disparaba aquí y allí mi querida Nikon, convencido de que estaba haciendo fotos que pasarían a la historia de la fotografía moderna. De vez en cuando le "echaba" una a ella, sobre todo a sus manos, pues no quería incomodarla, y pronto volvía a los mostachones alineados como olivos sobre las bandejas del horno y a las blancas mantecadas recubiertas de azúcar. Evidentemente, allí había también sencillas máquinas, viejos chismes rudimentarios carentes de utilidad lejos de unas manos expertas.

Recordé, instintivamente, dos oficios, hoy día prácticamente extinguidos: los zapateros y los limpiabotas. Cuando yo era niño, en mi calle había un minúsculo taller de zapatero donde un delgado hombre siempre tiznado de betún remendaba zapatos y amontonaba herramientas y días. Como todo el mundo por aquellos años (los 70 y primeros 80), de vez en cuando llevábamos algún zapato a "componer" y, tanto a la entrega como a la recogida, me embobaba viendo las huesudas y tiznadas manos de aquel hombre trabajando sobre la piel, las costuras, las suelas o los tacones, con la solvencia de quien conoce su oficio. Igualmente, los betuneros limpiabotas, con su mundo y su taller concentrado en una pequeña caja, arrodillados, acuclillados o sentados a los pies de sus clientes, daban lustre a zapatos, botines y botas (siempre de caballero, claro) hasta casi poder reflejarse en ellos.

Recordé a los alfareros que sólo he visto trabajar en ferias de artesanía (siempre se me viene a la cabeza los arrumacos subidos de tono que se daban Patrick Swayze y Demi Moore en aquella escena neo-costumbrista de la película Ghost, cubiertos de rojizo barro) que durante siglos fabricaron útiles e insustituibles recipientes que hoy día prácticamente sólo nos sirven como objetos decorativos. ¿Cuánto tiempo hace que no bebéis en un botijo o búcaro? Mi hermana Marta tiene uno en su jardín, colgado de un limonero y es un pequeño, económico y romántico lujo puesto a nuestro alcance, a disposición de nuestros sentidos y nuestros adormecidos recuerdos.

¿Y los artesanos de la madera, el mimbre, el vidrio, la piedra, el metal y tantos y tantos materiales naturales que el hombre ha trabajado desde el origen de nuestra civilización?
¿Y los masajistas, fisioterapéutas, quiroprácticos que con sus manos y su fuerza recomponen las roturas y el dolorimiento de nuestros cuerpos de carne y hueso?
¿Y los cocineros que con sus manos elaboran manjares, platos que, bien con la sabiduría de lo tradicional o bien con el atrevimiento y la curiosidad del que necesita innovar?
¿Y los encuadernadores que cosen y pegan papeles? ¿Y los pastores que azuzan rebaños y ordeñan ubres? ¿Y los agricultores que aran, esparcen simientes y recogen frutos con esas duras manos encallecidas, capaces de acariciar la tierra y dominar sus plantas y sus secretos?
¿Y el músico que toca su instrumento y con sus manos saca arte y belleza de él? El pianista que presiona con pasión las tecla. El guitarrista que rasguea o pellizca las cuerdas haciéndolas vibrar y cantar... Desde el violinista virtuoso y el delicado flautista hasta Machín con sus maracas o los palmeros de Los Chichos...

¿Y los ilusionistas, magos y prestidigitadores que hacen del engaño, arte, entretenimiento y asombro?
¿Y los peluqueros y barberos? ¿Y los maquilladores, esteticistas, etc?

¿Y las amas de casa que guisan, cosen, visten, bañan, peinan, lavan, acarician, limpian y enseñan... (luego quieren que resuma...) con las manos y con el alma al cincuenta por ciento?

En fin, que mi cabeza, haciendo gala de su carácter independiente, comenzó a viajar en el espacio y en el tiempo recordando todos esos oficios en los que las manos hacen la mayor o más importante proporción del trabajo, otorgándole su fuerza, su calor, su delicadeza, su precisión y su sabiduría. Total, que se me fue la pinza un poco.

Por cierto, se llama Alicia. La enfermera.