"Mira si es mala la política, que a la palabra "madre" que es lo más grande que hay, le añades la palabra "política"... ¡y sale la "suegra"!
Siempre me ha hecho mucha gracia este chiste inteligente y cachondón...
Muchas personas dicen que no les interesa la política, que pasan, que no entienden... Otras que les aburre, que son apolíticos...
Yo mismo, con frecuencia, he usado estos argumentos por puro hartazgo. Uno puede decir "que no entiende" o "que le aburre", pero nunca "que no le interesa" o "que pasa". Eso me parece una auténtica frivolidad.
La política, por mucho que nos pese, está tan metida en nosotros y en nuestras vidas que difícilmente seremos capaces de vivir al margen de ella. La política, los políticos y sus decisiones se reflejan en todo lo que nos rodea. La política está en la factura de la luz, en el precio de la vivienda y de los alquileres, en lo poco que se llena el depósito de gasolina con los mismos 40 euros, en la angustia de todos esos amigos, familiares y desconocidos que engrosan las listas de parados, en lo que cuesta llenar el carro en el hipermercado, en los miedos que son capaces de crearnos terroristas y banqueros, en la calidad de nuestra sanidad y educación: la primera parece ser muy bien valorada pero no hay economía que la sostenga; la segunda, por resultados, es de las peores de Europa.
La política no es sólo una política, sino muchas políticas y la unión de éstas en diferentes ámbitos territoriales: municipales, provinciales, autonómicas y estatales. Un batiburrillo de conflictos, competencias y desatinos que no dejan contento a nadie. Los partidos y sus próceres andan tapando los desmanes de sus camaradas en otros gobiernos territoriales y se han tirado descaradamente al fango de la política estilo "Sálvame", más interesada en trifulcas, aspavientos, insultos y nubes de humo, que en lo que se espera realmente de ella.
Luego está la influencia de las políticas interestatales, mundiales, globales y los organismos internacionales: la UE, la zona Euro, OTAN, la ONU, el G-6, el G-7, el G-8, los chinos, el petróleo y la madre que nos parió...
Vender humo. Cortina de humo. Vender humo. Cortina de humo... Al final, todo es humo, humo que no deja ver. Humo que intoxica. Humo que lo mancha todo y contamina. Humo que se evapora...
La política la hacen los políticos. Y así nos va. Éstos, sobre todo los más cercanos (los que con más insistencia nos avergüenzan), se han convertido en una casta cada vez más alejada del pueblo y sus problemas reales, más preocupados de acumular dietas y pagas, embolsillarse alguna que otra comisión, colocar a dos o tres hermanos o primos-hermanos, establecer contactos y asegurarse una pingüe paga vitalicia.
La política parece ser hoy una profesión al alcance de cualquiera, sin capacidades ni méritos especiales, que sea capaz de medrar en el organigrama de su partido y, luego, ser capaz de hacer y decir lo que haga falta, carezca o no de veracidad, sentido común o moralidad, para alcanzar y mantenerse en algún cargo o puesto.
De su deficiente labor, dejando al margen a los artistas que meten la mano en la caja, no les derivará consecuencia alguna más que el riesgo (a veces escaso) de no volver a ser elegidos en las siguientes elecciones. Mientras tanto, vender humo y fabricar cortinas de humo...
Cuidar la imagen que, al final, es lo que da votos, inventar ministerios, negar lo evidente, repartir guiños a algunos colectivos, besar niños, baños de multitudes que ondean su banderita, tirar del catálogo de frases hechas, tatuarse en la frente "¡Pues anda que tú!", manipular un poquito los datos, resbalar medias verdades, esconder elefantes bajo alfombras, hacer ver lo negro, blanco, buscar pajas (heno) en el ojo ajeno, donde dije digo, digo Diego, trile, toco-mocho y la estampita...
Siempre se ha hablado de "la casta política", aunque a mí me parece más acertado llamarla "LA CASPA POLÍTICA". Porque, de verdad que no se puede ser más "casposos"...
No quiero aburrir. Ahí lo dejo.
Pero, como décían los geniales Tip y Coll: "La próxima semana, hablaremos del gobierno"